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El país, entonces, debe entender que estamos frente a una ola de terrorismo, con un plan sedicioso; que se deforma la publicidad; que se miente; que se ha llegado a lo que nunca antes conoció: a tratar de inmiscuir a extranjeros, a calumniar a países con los cuales tenemos relaciones fraternas. Esto es el fascismo. Esta es la amenaza que pesa sobre Chile. Esta es la obligación que tengo yo de denunciarlo. ¡Y cómo desoyen, los que se dicen cristianos, los propias palabras del Cardenal de la Iglesia Chilena, señor Raúl Silva Henríquez! ¡Qué palabras más claras para rechazar el terror, la acción fascista! ¡Qué palabras más precisas, para señalar las obligaciones que tienen aquellos que callan, o que viendo las cosas niegan que las ven!

Si hay alimentos, es porque el Gobierno está empeñado en una lucha por regularizar los abastecimientos, con todas las dificultades que ello trae.

Todo lo que se distribuye se debe al esfuerzo del Gobierno, a la Secretaría de Abastecimiento, a las distribuidoras estatales.

Además, repito, debemos preocuparnos de de movilizar camiones, y destaco el espíritu cívico y patriótico de cientos de choferes que con riesgo de sus vidas han trabajado y siguen trabajando, sin pensar en las horas de descanso, sabiendo que con ello ayudan la población. Y además, quiero destacar mi reconocimiento a la entrega generosa y a la colaboración popular. Carga y descarga en los ferrocarriles, en los centros de distribución, se deben a los voluntarios de la patria, a los muchachos y muchachas chilenas.

Quiero hacer presente cómo, con conciencia cívica, campesinos recorren la vía férrea, vigilan los puentes; quiero destacar cómo los trabajadores, frente al paro de la movilización, también han tenido que ir a pié a cumplir con su obligación de seguir produciendo. ¡Qué demostración tan clara y tan evidente de una conciencia cívica superior!