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La puerta principal y la otra puerta que da acceso al Ministerio a los trabajadores que allí laboran y al publico estaban cerradas con cadenas y sendos candados. No había cerca de la puerta ningún trabajador. Divisaba a tres o cuatro metros de una puerta vidriada a algunos trabajadores. Les pedí que me abrieran y me dijeron con gestos que no tenían la llave y alguien me dijo que había una puerta un poco más cerca de la Alameda que de la puerta de Morandé de la Moneda y que era la entrada que permitía el paso de los vehículos y de la gente que trabaja en el Ministerio. Hacia allá me encaminé. Se golpeó fuerte y a través de la mirilla un trabajador me reconoció y dijo "Voy a abrirle compañero Allende". Efectivamente se abrió la puerta. Dijeron "Solo", respondí "No. Yo voy a entrar con quien desee entrar" y sólo pedí que me acompañaran el Comandante Sanchez, Edecán de Servicio en ese instante y dos compañeros que venían en los autos, que son de la seguridad. No entró nadie más. De inmediato me encontré con un grupo de quince o veinte trabajadores y llegamos frente a la escalera donde había unos veinte o treinta que habían bajado rápidamente al saber seguramente que yo estaba allí.

Y empezó un diálogo un poco vivo, especialmente con el Compañero Villagra que no es necesario repetir y también con el Compañero Gálvez que está aquí presente. Durante unos diez minutos o un cuarto de hora, yo desde el primer momento les dije que había ido a reprochar la toma, a decirles que la estimaba injustificada, que ese no era el camino para plantear una reivindicación y les di diversas razones. Los compañeros hicieron presente que era un problema que se arrastraba bastante tiempo, que ellos creían tener la razón y que habían hecho un estudio desde el punto de vista económico.

Yo les manifesté que era imposible que pudiéramos