Durante mi estadía en Viet Nam, los dos primeros días nos atendió una muchacha joven, de unos 20 años. Fina, de estatura regular, con pantalones negros, sandalias, blusa blanca y una gran trenza negra. Ella nos servía las comidas. Al tercer día no concurrió; cuando llegó el compañero intérprete le preguntamos donde estaba la compañera que nos atendía. Nos respondió que en la Universidad. Ella era estudiante de 4° año de Pedagogía y a veces trabajaba voluntariamente atendiendo huéspedes.
Nosotros manifestamos nuestra satisfacción y destacamos lo gentil, atenta, frágil y bella que era, a lo que el intérprete -con una sonrisa irónica- nos dijo: "si, es muy frágil, demasiado frágil, claro que es segundo Comandante de un Batallón de Ametralladoras. (RISAS)
Cuando vino de nuevo a atendernos, pudimos conversar con ella y en forma muy medida, adentrarnos en su vida. Esa mujer frágil demostraba su entereza, su fiereza y su convicción, al ser capaz -al igual que las demás mujeres vietnamitas- de cumplir las más duras tareas, en la producción, en la enseñanza, en el Ejército.
Por eso creo que en este día grato para los hombres, porque celebramos a la mujer chilena y a la mujer en el mundo, aquí en nuestra patria es útil señalar cómo vamos avanzando y cómo la presencia de la mujer se hace más evidente, junto a su compañero en el proceso revolucionario de nuestro país.
Para mi ha sido muy satisfactorio escuchar las palabras de la compañera Presidente del Sindicato Unico de Empleadas Domésticas. Tuve oportunidad de decirle antes de las elecciones del 4 de marzo; dije en conferencia de prensa ante los corresponsales extranjeros, que las mujeres han alcanzado un más alto grado de independencia y liberación en Chile. Sin embargo hice referencia a miles y miles de chilenas que no tienen vida propia, que son las campesinas. Señalé el drama de cientos de miles de mujeres, que trabajan y son explotadas, porque a igual trabajo reciben salario distinto. Destaqué cómo la mujer en Chile está en situación diferente al hombre, frente a una moral absurda que marca a la mujer en forma desigual.