Se quiso deliberadamente, y sobre la base de levantar una concepción gremialista, que pretendió vestirse de un ropaje político, un movimiento enraízado, profundamente en los intereses de una clase, la minoritaria, que ha sustentado durante más de un siglo y medio el poder en nuestro país, y que defiende un régimen y un sistema, que es el régimen del sistema capitalista.
Pocas veces una nación ha podido apreciar con más claridad, el fenómeno del antagonismo de clase, expresado como lo viéramos, lo padeciéramos y lo viviéramos en Chile, en Octubre pasado.
Los viejos dirigentes de los grupos económicos poderosos, apoyando reivindicaciones gremiales, que por lo demás el Gobierno no desconocía y que siempre analizó con responsabilidad, para entregar, en la justa demanda de esos gremios lo que legítimamente les pertenecía.
Pero se buscaba y se encontró un pretexto, y él desató a lo largo del país el paro organizado en forma más completa, y destinado a crear condiciones políticas, que permitieran luchar en contra de la presencia de los trabajadores en el Gobierno.
Durante 27 días, este país fue sometido a las presiones de grupos sociales del capitalismo, para crear un caos económico e inclusivo provocar el enfrentamiento.
Nunca antes vimos a sectores de gremios, fundamentalmente profesionales, tener actitudes solidarias con hechos inexistentes, y comprometer, vulnerando y traspasando disposiciones administrativas y legales, su propia existencia como organismos que tienen un marco jurídico dentro del cual deben desenvolverse.
Yo tengo autoridad moral para plantear con esta claridad lo que estoy diciendo, porque no he sido un político ajeno al proceso de la presencia de los gremios en la lucha por obtener y conquistar para el pueblo, lo que el Gobierno negaba.