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Claro que tenemos la experiencia de la iglesia, vinculada al proceso de los países poderosos del capitalismo e, incluyendo, en los Siglos pasados y en la primera etapa de este, no a favor de los humildes como lo planteaba el maestro de Galilea; pero si los tiempos han cambiado por el pensamiento honesto, en la acción honesta, los marxistas podemos coincidir en etapas programáticas como pueden hacerlo los laicos y lo hemos hecho en nuestra patria —y nos esta yendo bien— y conjugamos una misma actitud y un mismo lenguaje frente a los problemas esenciales del pueblo.

Porque un obrero sin trabajo, no importa que sea o no sea marxista, no importa que sea o que no sea cristiano, que no tenga ideología política, es un hombre que tiene derecho a trabajo —y debemos dárselo nosotros— por eso el sectarismo, el dogmatismo, el burocratismo congela las revoluciones, y ese es un proceso de concientización, que es muy profunda y que debe comenzar con la juventud; pero la juventud está frente a problemas que no son solo económicos, sino son problemas que lamentablemente se manifiestan con mayor violencia destructiva en el mundo contemporáneo.

El escapismo, el drogadismo, el alcoholismo ¿Cuántos son los jóvenes, de nuestros jóvenes países, que han caído en la marihuana, que es más barata que la cocaína y de más fácil de acceso? ¿Pero cuántos son los jóvenes de los países industrializados? el porcentaje no sólo por la densidad de población, sino por los medios económicos, es mucho mayor.


(Aquí concluye el despacho del Servicio TELEX)


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