Es indispensable que la mujer que siente más de cerca, la mujer que por imperativo biológico está destinada a perpetuar la especie, esencialmente, debe más conciente y más fervorosamente, incorporarse a la innegable y gran tarea de dar posibilidades similares a todos los niños. Nadie podrá imaginarse que biológicamente podamos ser igual todos los seres humanos, pero sí, podemos pensar, imaginar y luchar para que esto sea cierto, para que todos tengan la misma posibilidad de desarrollar su propia personalidad y que no estén marcados por la injusticia desde el instante en que nacen. Hay millones de niños en este Continente, cuyo delito es que sus padres fueron explotados por las minorías nacionales y por los grandes capitales foráneos (APLAUSOS).
La tarea de la mujer contemporánea y sobre todo en este Continente, está íntimamente vinculada al proceso transformador, al proceso revolucionario, que implica, no sólo, que los bienes de producción no estén en manos de una minoría privilegiada, sino que además, que haya una valorización distinta de lo que es la vida y lo que es el hombre, genéricamente hablando. Que se destaquen valores diferentes que no tengan el sello de lo mercantil como patrimonio de cultura.
Cómo no va a ser importante, que la mujer de este Continente que vive y padece su propia realidad de postergada, donde las lacras de la explotación se expresan -y puedo decirlo aquí con respeto y claridad- en la prostitución de cientos de muchachitas que nacieron en hogares donde falta el pan. Por qué no decirlo aquí, con respeto y claridad, cuándo, muchas veces, es la realidad económica y social la que obliga a la mujer a arrancarse de sus entrañas al hijo que quisiera haber tenido. Es la realidad de muchas mujeres, que frente a una moral cobarde, que no le abrió el conocimiento biológico de la existencia humana, son madres solteras que no ampara la ley, que no protege la sociedad.
GEA/mtzg.