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Cuando el pueblo irrumpe, se rompen las trabas, el proceso democrático incorpora a millones de personas, lógicamente, las demandas se hacen más fuertes y necesariamente la gente reclama derechos que antes no tuvo.

Trabajadores, hombres o mujeres, quieren libros para sus hijos, salas-cuna, jardines infantiles. Quiere la mujer la posibilidad de tener ella acceso al trabajo, a la recreación, a la cultura.

El pueblo quiere medicina, salud, deporte, quiere que cambie su vida, busca el techo que antes sólo lo vio en gente que tenía un nivel económico mucho más alto.

De allí entonces, que frente a estas demandas en una economía hecha para servir minorías, las mayorías que irrumpen fuertemente a ta conquista de lo que antes no tuvieron, crean dificultades internas que se expresan en dificultades de abastecimiento, por ejemplo, y entonces nosotros recurrimos a qué: a la mujer.

¿Quién más que la mujer puede sentir las dificultades de tener lo necesario para su casa, si otra de las características del 80% de las mujeres en el régimen capitalista, de las mujeres que trabajan, que además de trabajar en la empresa, en la industria, el taller, la escuela o el hospital, cuando vuelvan a sus casas tienen que trabajar como dueñas de casa, cuidar de sus hijos y hacer la comida?

¿Quién más que esas mujeres, que todavía en nuestro país tienen la vida sometida de la empleada doméstica, saben la diferencia que hay entre la mesa del poderoso y el hogar del que ella procede?

Por eso cuando apuntan esas dificultades, nace la necesidad y se expresa en la organización de la mujer para que participe plenamente y por eso las JAP. Constituyen las Juntas de Abastecimientos y Precios, una manera de dar tareas concretas y hacer que la mujer tome en sus manos el derecho a que alcance a los hogares modestos lo poco que tenemos y que no puede seguir constituyéndose en ¡mucho para pocos y muy poco para la inmensa mayoría! (APLAUSOS)

SIGUE.-

TAF/mtzg.