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Por eso, no es de extrañarse que este Gobierno haya dicho, y sea realidad, que su preocupación fundamental será la mujer y el niño chilenos.

Y se expresa no sólo en el respeto a la consideración de la presencia de las mujeres, en muchas y muchas actividades de la vida nacional, que este Gobierno ha estimulado —en un porcentaje mayor que otros Gobiernos, sin duda— en el campo de la administración pública, fiscal, de las empresas privadas, de la educación de la cultura, del Gobierno.

Pero, más que esas expresiones que representan ya en sí mismo una concepción cabal de la capacidad de la mujer similar a la del hombre, ha estado nuestra preocupación para que la gente dirigente de los partidos populares, para que nuestros compañeros que trabajan en el campo sindical, busquen el diálogo con la compañera, con la madre, con la hija, con la hermana, con la amiga, en dar tareas concretas para que la mujer empiece a tomar en sus manos responsabilidades sustanciales que ellas más que otras comprenden y pueden ejercer.

Por eso, cuando en un proceso como el nuestro, con una agricultura limitada, cuando con la política de redistribución del

ingreso incorporamos al trabajo a 220 mil jefes de hogar, que representan 600 mil o más consumidores que antes no tenían con qué comprar, cuando la demanda es mayor que los bienes de consumo, y en este caso alimentos, que la tierra chilena siempre entregó, cuando nosotros, a pesar de haber aumentado, con un esfuerzo extraordinario, la suma destinada a comprar alimentos, porque si antes se compraban 200 millones de dólares para traer carne, grasa, mantequilla y aceite, siempre sobre la base de la poca producción de nuestra tierra, el 52% de los chilenos se alimentaba por debajo de lo normal.

SIGUE.-

TAF/mtzg.