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Al margen de los hombres, y señalado ya quién es el actor principal de la historia, reencontramos, así como reencuentran ustedes a las heroicas mujeres del pasado, reencontramos nosotros, aquellos que hicieron posible con el sacrificio de sus vidas, con su dedicación, con su generosidad entregada al combate, la independencia política de Chile y darnos un perfil propio, como país, como nación.

Y siempre con una visión de futuro, mirando más allá de nuestras fronteras, para señalar que además somos ciudadanos de un pueblo continente que es América Latina con características similares, con una raíz racial, con un ansia justa de tener voz de continente para hacerse escuchar con respeto y poder reclamar los derechos que siempre se nos han negado.

Es por ello que es importante insistir en la visión exacta de lo que es este instante que he calificado: un minuto de nuestra historia o un segundo de ella.

Y además qué importante es señalar que este proceso nuestro que es un proceso revolucionario, sólo podrá afianzarse y avanzar con la participación activa, conciente y decidida, de la mujer chilena, factor básico en la posibilidad de realizar plenamente la Revolución chilena (APLAUSOS).

Cuando hablamos de revolución no estamos llamando a un toque de arrebato para la violencia innecesaria. Estamos en la necesidad de acelerar un proceso, de cambiar la raíz de nuestra estructura económica, de hacer posible una auténtica convivencia social.

Cuando hablamos de un proceso revolucionario para hacer posible una sociedad distinta, estamos remarcando lo que ya nadie discute y que está enclavado en la conciencia y en el corazón de millones y millones de hombres y mujeres de los distintos continentes, donde están los pueblos como el nuestro, llamados Pueblos en Vías de Desarrollo, pueblos sumergidos, pueblos potencialmente ricos que han vivido y viven el drama de no ser dueños de sus riquezas materiales.
TAF/mtzg.

SIGUE.-