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Novelas ejemplares.

la fertilísima Tinacria, á vista de la cual y de la insigne isla de Malta volaron, que no con ménos lijereza navegaba el dichoso leño: en resolucion, bajando la isla, de allí á cuatro dias descubrieron la Lampadosa, y luego la isla donde se perdieron, con cuya vista se estremeció Leonisa, viniéndole á la memoria el peligro en que ella se habia visto: otro dia vieron delante de sí la deseada y amada patria, renovóse la alegría en sus corazones, alborotáronse sus espíritus con el nuevo contento, que es uno de los mayores que en esta vida se pueden tener, llegar despues de luengo cautiverio salvo y sano á su patria; y al que á este se le puede igualar es el que se recibe de la victoria alcanzada de los enemigos. Habíase hallado en la galeota una caja llena de banderetas y flámulas de diversas colores de sedas, con las cuales hizo Ricardo adornar la galeota: poco despues de amanecer seria, cuando se hallaron á ménos de una legua de la ciudad, y bogando á cuarteles, y alzando de cuando en cuando alegres voces y gritos, se iban llegando al puerto, en el cual en un instante pareció infinita gente del pueblo, que habiendo visto cómo aquel bien adornado bajel tan de espacio se llegaba á tierra, no quedó gente en toda la ciudad que dejase de salir á la marina.

En este entre tanto habia Ricardo pedido y suplicado á Leonisa, que se adornase y vistiese de la misma manera que cuando entró en la tienda de los bajáes; porque queria hacer una graciosa burla á sus padres. Hízolo así, y añadiendo galas á galas, perlas á perlas, y belleza á belleza, que suele acrecentarse con el contento, se vistió de modo que de nuevo causó admiracion y maravilla: vistióse asimismo Ricardo á la turquesca, y lo mismo hizo Mahamut, y todos los cristianos del remo, que para todos hubo en los vestidos de los turcos muertos: cuando llegaron al puerto serian las ocho de la mañana, que tan serena y clara se mostraba, que parecia que estaba atenta mirando aquella alegre entrada. Antes de entrar en el puerto hizo Ricardo disparar las piezas de la galeota, que eran un cañon de crujía y dos falconetes: respondió la ciudad con otras tantas. Estaba toda la gente confusa, esperando llegase el bizarro bajel; pero cuando vieron de cerca que era turquesco, porque se divisaban los blancos turbantes de los que moros parecian, temerosos y con sospecha de algun engaño, tomaron las armas y acudieron al puerto todos los que en la ciudad son de milicia, y la gente de á caballo se tendió por toda la marina: de todo lo cual recebieron gran contento los que poco a poco se fueron llegando hasta entrar en el puerto, dando fondo junto á tierra, y arrojando en ella la plancha, soltando á una los remos, todos uno á uno, como en procesion, salieron á tierra, la