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El amante liberal.

cadí y los demas bajáes, ántes que otra cosa dijesen ni preguntasen, mandaron al judío que hiciese que se quitase el antifaz la cristiana: hízolo así, y descubrió un rostro que así deslumbró los ojos y alegró los corazones de los circunstantes, como el sol que por entre cerradas nubes despues de mucha escuridad se ofrece á los ojos de los que le desean: tal era la belleza de la cautiva cristiana, y tal su brio y su gallardía; pero en quien con mas efecto hizo impresion la maravillosa luz que habia descubierto, fué en el lastimado Ricardo, como en aquel que mejor que otro la conocia, pues era su cruel y amada Leonisa, que tantas veces y con tantas lágrimas por él habia sido tenida y llorada por muerta. Quedó á la improvisa vista de la singular belleza de la cristiana, traspasado el corazon de Alí, y en el mismo grado y con la misma herida se halló el de Hazan, sin quedarse exento de la amorosa llaga el del cadí, que mas suspenso que todos, no sabia quitar los ojos de los hermosos de Leonisa. Y para encarecer las poderosas fuerzas de amor, se ha de saber que en aquel mismo punto nació en los corazanes de los tres, una á su parecer firme esperanza de alcanzarla y de gozarla: y así, sin querer saber el cómo, ni el dónde, ni cuándo habia venido á poder del judío, le preguntaron el precio que por ella queria: el codicioso judío respondió que cuatro mil doblas, que vienen á ser dos mil escudos; mas apénas hubo declarado el precio, cuando Alí bajá dijo que él los daba por ella, y que fuese luego á contar el dinero á su tienda: empero Hazan bajá, que estaba de parecer de no dejarla, aunque aventurase en ello la vida, dijo: Yo asimismo doy por ella las cuatro mil doblas que el judío pide, y no las diera ni me pusiera á ser contrario de lo que Alí ha dicho, si no me forzára lo que él mismo dirá que es razon que me obligue y fuerce, y es que esta gentil esclava no pertenece para ninguno de nosotros, sino para el Gran Señor solamente; y así digo que en su nombre la compro: veamos agora quién será el atrevido que me la quite. Yo seré, replicó Alí, porque para el mismo efeto la compro, y estáme á mí mas á cuento hacer al Gran Señor este presente por la comodidad de llevarla luego á Constantinopla, granjeando con él la voluntad del Gran Señor; que como hombre que quedo (Hazan, como tú ves) sin cargo alguno, he de buscar medios de tenerle, de lo que tú estás seguro por tres años, pues hoy comienzas á mandar y á gobernar este riquísimo reino de Chipre: así que por estas razones y por haber sido yo el primero que ofrecí el precio por la cautiva, está puesto en razon, oh Hazan, que me la dejes. Tanto mas es de agradecerme á mí, respondió Hazan, el procurarla y enviarla al Gran Señor, cuanto lo hago sin moverme á ello interes al-