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El amante liberal.

suerte, que añadiendo dolor á dolor y pena á pena, alcance con brevedad lo que deseo, que es acabar la vida. Ahora he hallado ser verdadero, dijo Mahamut, lo que suele decirse, que lo que se sabe sentir se sabe decir, puesto que algunas veces el sentimiento enmudece la lengua; pero como quiera que ello sea, Ricardo (ora llegue tu dolor á tus palabras, ora ellas se le aventajen), siempre has de hallar en mí un verdadero amigo ó para ayuda ó para consejo; que aunque mis pocos años y el desatino que he hecho en vestirme este hábito, están dando voces que de ninguna destas dos cosas que te ofrezco se puede fiar ni esperar cosa alguna, yo procuraré que no salga verdadera esta sospecha, ni pueda tenerse por cierta tal opinion; y puesto que tú no quieras ni ser aconsejado ni favorecido, no por eso dejaré de hacer lo que te conviniere, como suele hacerse con el enfermo que pide lo que no le dan y le dan lo que le conviene: no hay en toda esta ciudad quien pueda ni valga como el cadí mi amo, ni aun el tuyo, que viene por visorey della, ha de poder tanto: y siendo esto así, como lo es, yo puedo decir que soy el que mas puedo en la ciudad, pues puedo con mi patron todo lo que quiero: digo esto, porque podria ser dar traza con él para que vinieses á ser suyo, y estando en mi compañía, el tiempo nos dirá lo que habemos de hacer, á tí para consolarte si quieres ó pudieres tener consuelo, y á mí para salir desta á mejor vida ó á lo ménos á parte donde la tenga mas segura cuando la deje. Yo te agradezco, contestó Ricardo, Mahanut, la amistad que me ofreces, aunque estoy cierto que con cuanto hicieres no has de poder cosa que en mi provecho resulte; pero dejemos ahora esto, y vamos á las tiendas, porque á lo que veo, sale de la ciudad mucha gente, y sin duda es el antiguo virey que sale á estarse en la campaña por dar lugar á mi amo que entre en la ciudad á hacer la residencia. Así es, dijo Maliamut; ven pues, Ricardo, y verás las ceremonias con que se reciben, que sé que gustarás de verlas. Vamos en buen hora, dijo Ricardo, quizá te habré menester, si acaso el guardian de cautivos de mi amo me ha echado ménos, que es un renegado corso de nacion, y de no muy piadosas entrañas. Con esto dejaron la plática, y llegaron á las tiendas á tiempo que llegaba el antiguo bajá, y el nuevo le salia á recibir á la puerta de la tienda.

Venia acompañado Alí bajá (que así se llamaba el que dejaba el gobierno) de todos los genízaros que de ordinario están de presidio en Nicosia despues que los turcos la ganaron, que serian hasta quinientos: venian en dos alas ó hileras, los unos con escopetas, y los otros con alfanjes desnudos; llegaron á la puerta del nuevo bajá Hazan, la rodearon todos, y Ali bajá inclinando el cuerpo, hizo reverencia á Hazan, y