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Novelas ejemplares.

mejor y saldrá hoy ó mañana sin duda alguna, y se ha de alojar en unas tiendas que están detras deste recuesto que tú no has visto, y tu amo entrará luego en la ciudad: y esto es lo que hay que saber de lo que me preguntaste.

Escucha pues, dijo Ricardo; mas no sé si podré cumplir lo que ántes dije, que en breves razones te contaria mi desventura, por ser ella tan larga y desmedida, que no se puede medir con razon alguna; con todo eso haré lo que pudiere y lo que el tiempo diere lugar: y así te pregunto primero, si conoces en nuestro lugar de Trápana una doncella á quien la fama daba nombre de la mas hermosa mujer que habia en toda Sicilia: una doncella, digo, por quien decian todas las curiosas lenguas y afirmaban los mas raros entendimientos, que era la de mas perfecta hermosura que tuvo la edad pasada, tiene la presente y espera tener la que está por venir: una por quien los poetas cantaban que tenia los cabellos de oro, y que eran sus ojos dos resplandecientes soles, y sus mejillas purpúreas rosas, sus dientes perlas, sus labios rubíes, su garganta alabastro: y que sus partes con el todo, y el todo con sus partes hacian una maravillosa y concertada armonía, esparciendo naturaleza sobre todo una suavidad de colores tan natural y perfecta, que jamas pudo la envidia hallar cosa en que ponerle tacha. Qué ¿es posible, Mahamut, que ya no me has dicho quién es y cómo se llama? sin duda creo, ó que no me oyes, ó que cuando en Trápana estabas carecias de sentido. En verdad, Ricardo, respondió Mahamut, que si la que has pintado con tantos estremos de hermosura no es Leonisa, la hija de Rodolfo Florencio, no sé quién sea, que esta sola tenia la fama que dices. Esa es, oh Mahamut, respondió Ricardo, esa es, amigo, la causa principal de todo mi bien y de toda mi desventura: esa es, que no la perdida libertad, por quien mis ojos han derramado, derraman y derramarán lágrimas sin cuento, y la por quien mis suspiros encienden el aire cerca y léjos, y la por quien mis razones cansan al cielo que las escucha, y á los oidos que las oyen: esa es por quien tú me has juzgado por loco, ó por lo menos por de poco valor y ménos ánimo: esta Leonisa, para mí leona, y mansa cordera para otro, es la que me tiene en este miserable estado; porque has de saber que desde mis tiernos años, ó á lo ménos desde que tuve uso de razon no solo la amé, mas la adoré y serví con tanta solicitud como si no tuviera en la tierra ni en el cielo otra deidad á quien sirviese ni adorase: sabian sus deudos y sus padres mis deseos, y jamas dieron muestras de que les pesase, considerando que iban encaminados á fin honesto y virtuoso; y así muchas veces sé yo que se lo dijeron á Leonisa, para disponerle la voluntad á que por su esposo me recebiese,