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La jitanilla.

el amor que le mostraban, y en breves razones Doña Guiomar contó la pérdida de su hija y su hallazgo con las certísimas señas que la jitana vieja habia dado de su hurto, con que acabó D. Juan de quedar atónito y suspenso, pero alegre sobre todo encarecimiento abrazó á sus suegros, llamólos padres y señores suyos, besó las manos á Preciosa, que con lágrimas le pedia las suyas.

Rompióse el secreto, salió la nueva del caso con la salida de los criados que habian estado presentes: el cual sabido por el alcalde, tio del muerto, vió tomados los caminos de su venganza, pues no habia de tener lugar el rigor de la justicia para ejecutarla en el yerno del corregidor. Vistióse D. Juan los vestidos de camino que allí habia traido la jitana; volviéronse las prisiones y cadenas de hierro en libertad y cadenas de oro: la tristeza de los jitanos presos en alegría, pues otro dia los dieron en fiado: recibió el tio del muerto la promesa de dos mil ducados que le hicieron porque bajase de la querella y perdonase á D. Juan, el cual no olvidándose de su camarada Clemente, le hizo buscar; pero no le hallaron ni supieron dél hasta que desde allí á cuatro dias tuvo nuevas ciertas que se habia embarcado en una de dos galeras de Génova que estaban en el puerto de Cartagena y ya se habian partido. Dijo el corregidor á D. Juan quo tenia por nueva cierta que su padre D. Francisco de Cárcamo estaba proveido por corregidor de aquella ciudad, y que seria bien esperalle para que con su beneplácito y consentimiento se hiciesen las bodas. D. Juan dijo que no saldria de lo que él ordenase; pero que ante todas cosas se habia de desposar con Preciosa. Concedió licencia el arzobispo para que con sola una amonestacion se hiciese. Hizo fiestas la ciudad, por ser muy bienquisto el corregidor, con luminarias, toros y cañas el dia del desposorio: quedóse la jitana vieja en casa, que no se quiso apartar de su nieta Preciosa: llegaron las nuevas á la corte del caso y casamiento de la Jitanilla: supo D. Francisco de Cárcamo ser su hijo el jitano, y ser la Preciosa la Jitanilla que él habia visto, cuya hermosura disculpó con él la liviandad de su hijo, que ya le tenia por perdido, por saber que no habia ido á Flándes; y mas porque vió cuán bien le estaba el casarse con hija de tan gran caballero y tan rico como era D. Fernando de Acevedo: dió priesa á su partida por llegar presto á ver á sus hijos, y dentro de veinte dias ya estaba en Murcia, con cuya llegada se renovaron los gustos, se hicieron las bodas, se contaron las vidas, y los poetas de la ciudad, que hay algunos y muy buenos, tomaron á cargo celebrar el extraño caso, juntamente con la sin