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Novelas ejemplares.

que despues se confesaria, y que se encomendase á Dios de todo corazon, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están mas secas las esperanzas. En efecto, Andres salió á una sala donde estaban solamente Doña Guiomar, el corregidor, Preciosa y otros dos criados de casa. Pero cuando Preciosa vió á D. Juan ceñido y aherrojado con tan gran cadena, descolorido el rostro y los ojos con muestra de haber llorado, se le cubrió el corazon, y se arrimó al brazo de su madre que junto á ella estaba, la cual abrazándola consigo, le dijo: Vuelve en tí, niña, que todo lo que ves ha de redundar en tu gusto y provecho. Ella, que estaba ignorante de aquello, no sabia cómo consolarse, y la jitana vieja estaba turbada, y los circunstantes colgados del fin de aquel caso. El corregidor dijo: Señor tiniente-cura, este jitano y esta jitana son los que vuesa merced ha de desposar. Eso no podré yo hacer, si no preceden primero las circunstancias que para tal caso se requieren: ¿dónde se han hecho las amonestaciones? ¿adónde está la licencia de mi superior para que con ellas se haga el desposorio? Inadvertencia ha sido mia, respondió el corregidor; pero yo haré que el vicario la dé. Pues hasta que la vea, respondió el tiriente-cura, estos señores perdonen; y sin replicar mas palabra, porque no sucediese algun escándalo, se salió de casa, y los dejó á todos confusos. El padre ha hecho muy bien, dijo á esta sazon el corregidor, y podria ser fuese providencia del cielo esta para que el suplicio de Andres se dilate, porque en efecto él se ha de desposar con Preciosa, y han de preceder primero las amonestaciones, donde se dará tiempo al tiempo, que suele dar dulce salida á muchas amargas dificultades y con todo esto querria saber de Andres, si la suerte encaminase sus sucesos de manera que sin estos sustos y sobresaltos se hallase esposo de Preciosa, ¿si se tendria por dichoso ya siendo Andres Caballero, ó ya D. Juan de Cárcamo? Así como oyó Andres nombrarse por su nombre, dijo: Pues Preciosa no ha querido contenerse en los límites del silencio, y ha descubierto quién soy, aunque esa buena dicha me hallara hecho monarca del mundo, la tuviera en tanto que pusiera término á mis deseos, sin osar desear otro bien sino el del cielo. Pues por ese buen ánimo que habeis mostrado, señor D. Juan de Cárcamo, á su tiempo haré que Preciosa sea vuestra legítima consorte, y agora 08 la doy y entrego en esperanza por la mas rica joya de mi casa, y de mi vida, y de mi alma, y estimadla en lo que decís, porque en ella os doy á Doña Costanza de Acevedo y Meneses, mi única hija, la cual si os iguala en el amor, no os desdice nada en el linaje. Atónito quedó Andres viendo