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La jitanilla.

cias, y mas viéndose llevar en brazos de la corregidora, y que le daba de un beso hasta ciento. Llegó en fin con la preciosa carga Doña Guiomar la presencia de su marido, y trasladándola de sus brazos á los del corregidor, le dijo: Recebid, señor, á vuestra hija Costanza, que esta es sin duda; no lo dudeis, señor, en ningun modo, que la señal de los dedos juntos y la del pecho he visto; y mas que á mí me lo está diciendo el alma desde el instante que mis ojos la vieron. No lo dudo, respondió el corregidor teniendo en sus brazos á Preciosa, que los mismos efectos han pasado por la mia que por la vuestra; y mas que tantas particularidades juntas ¿cómo podian suceder si no fuera por milagro? Toda la gente de casa andaba absorta, preguntando unos á otros qué seria aquello, y todos daban bien léjos del blanco; que ¿quién habia de imaginar que la Jitanilla era hija de sus señores? El corregidor dijo á su mujer, y á su hija, y á la jitana vieja, que aquel caso estuviese secreto hasta que él le descubriese: y asimismo dijo á la vieja que él perdonaba el agravio que le habia hecho en hurtarle la mitad de su alma, pues la recompensa de habérsela vuelto mayores albricias merecia; y que solo le pesaba que sabiendo ella la calidad de Preciosa, la hubiese desposado con un jitano, y mas con un ladron y homicida. ¡Ay! dijo á esto Preciosa, señor mio, que ni es jitano ni ladron, puesto que es matador; pero fué del que le quitó la honra, y no pudo hacer ménos de mostrar quién era, y matarle. ¿Cómo? ¿qué, no es jitano, hija mia? dijo Doña Guiomar. Entonces la jitana vieja contó brevemente la historia de Andres Caballero, y que era hijo de D. Francisco de Cárcamo, caballero del hábito de Santiago, y que se llamaba D. Juan de Cárcamo, asimismo del mismo hábito, cuyos vestidos ella tenia cuando los mudó en los de jitano. Contó tambien el concierto que entre Preciosa y D. Juan estaba hecho de guardar dos años de aprobacion para desposarse ó no: puso en su punto la honestidad de entrambos, y la agradable condicion de D. Juan. Tanto se admiraron desto como del hallazgo de su hija, y mandó el corregidor á la jitana que fuese por los vestidos de D. Juan: ella lo hizo ansí, y volvió con otro jitano que los trujo. En tanto que ella iba y volvia, hicieron sus padres á Preciosa cien mil preguntas, á que respondió con tanta discrecion y gracia, que aunque no la hubieran reconocido por hija, los enamorara: preguntáronla si tenia alguna aficion á D. Juan: respondió que no mas de aquella que le obligaba á ser agradecida á quien se habia querido humillar á ser jitano por ella; pero que ya no se estenderia á mas el agradecimiento de aquello que sus señores padres quisiesen. Calla, hija Preciosa, dijo