Página:Cervantes - Novelas ejemplares, 1883.djvu/51

Esta página ha sido corregida
35
La jitanilla.

andaban siempre juntos, gastaban largo, llovian escudos, corrian, saltaban, bailaban y tiraban la barra mejor que ninguno de los jitanos, y eran de las jitanas mas que medianamente queridos, y de los jitanos en todo estremo respetados.

Dejaron pues á Estremadura, y entráronse en la Mancha, y poco a poco fueron caminando al reino de Murcia: en todas las aldeas y lugares que pasaban habia desafíos de pelota, de esgrima, de correr, de saltar, de tirar la barra, y de otros ejercicios de fuerza, maña y lijereza, y de todos salian vencedores Andres y Clemente, como de solo Andres queda dicho; y en todo este tiempo, que fué mas de mes y medio, nunca tuvo Clemente ocasion, ni él la procuró, de hablar á Preciosa, hasta que un dia estando juntos Andres y ella, llegó él á la conversacion porque le llamaron, y Preciosa le dijo: Desde la vez primera que llegaste á nuestro aduar te conocí, Clemente, y se me vinieron á la memeria los versos que en Madrid me diste; pero no quise decir nada por no saber con qué intencion venias á nuestras estancias, y cuando supe tu desgracia me pesó en el alma, y se aseguró mi pecho que estaba sobresaltado, pensando que como habia D. Juanes en el mundo que se mudaban en Andreses, así podia haber D. Sanchos que se mudasen en otros nombres: háblote desta manera, porque Andres me ha dicho que te ha dado cuenta de quién es, y de la intencion con que se ha vuelto jitano (y así era la verdad, que Andres le habia hecho sabidor de toda su historia por poder comunicar con él sus pensamientos): y no pienses que te fué de poco provecho el conocerte, pues por mi respeto y por lo que yo de tí dije, se facilitó el acogerte y admitirte en nuestra compañía, donde plega á Dios te suceda todo el bien que acertares á desearte: este buen deseo quiero que me pagues en que no afees á Andres la bajeza de su intento, ni le pintes cuán mal le está perseverar en este estado: que puesto que yo imagino que debajo de los candados de mi voluntad está la suya, todavía me pesaria de verle dar muestras, por mínimas que fuesen, de algun arrepentimiento. A esto respondió Clemente: No pienses, Preciosa única, que D. Juan con lijereza de ánimo me descubrió quién era: primero le conocí yo, y primero me descubrieron sus ojos sus intentos: primero le dije yo quién era, y primero le adiviné la prision de su voluntad que tú señalas, él dándome el crédito que era razon que me diese, fió de mi secreto el suyo, y él es buen testigo si alabé su determinacion y escogido empleo; que no soy, ó Preciosa, de tan corto ingenio que no alcance hasta dónde se estienden las fuerzas de la hermosura; y la tuya, por pasar de los límites de los mayores estremos de belleza, es disculpa bastante de mayores

3*