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La jitanilla.

mirad que el negarme la verdad de que no sois el que yo digo, no llevaria camino, porque este rostro que yo veo aquí es el propio que vide en Madrid: sin duda alguna, que la gran fama de vuestro entendimiento me hizo muchas veces que os mirase como á hombre raro é insigne: y así se me quedó tan estampada en la memoria vuestra figura, que os he venido á conocer por ella, aun puesto en el diferente traje en que estáis agora del en que yo os vi entónces: no os turbeis, animáos, y no penseis que habeis llegado á un pueblo de ladrones, sino á un asilo que os sabrá guardar y defender de todo el mundo: mirad, yo imagino una cosa, y si es así como lo imagino, vos habeis topado con vuestra buena suerte en haber encontrado conmigo: lo que imagino es que enamorado de Preciosa (aquella hermosa jitanica á quien hicisteis los versos) habeis venido á buscarla, por lo que yo no os tendré en ménos, sino en mucho mas; que aunque jitano, la esperiencia me ha mostrado adónde se estiende la poderosa fuerza de amor y las transformaciones que hace hacer á los que coge debajo de su jurisdicion y mando: si esto es así, como creo que sin duda lo es, aquí está la jitanica. Sí, aquí está, que yo la vi anoche, dijo el mordido: razon con que Andres quedó como difunto, pareciéndole que habia salido al cabo con la confirmacion de sus sospechas: Anoche la vi, tornó á referir el mozo; pero no me atrevia á decirle quién era, porque no me convenia. Desta manera, dijo Andres, ¿vos sois el poeta que yo he dicho? Sí soy, replicó el mancebo, que no lo puedo ni lo quiero negar: quizá podria ser que donde he pensado perderme, hubiese venido á ganarme, si es que hay fidelidad en las selvas y buen acogimiento en los montes. Hayle sin duda, respondió Andres, y entre nosotros los jitanos el mayor secreto del mundo: con esta confianza podeis, señor, descubrirme vuestro pecho, porque hallaréis en el mio lo que veréis sin doblez alguna: la Jitanilla es parienta mia y está sujeta á lo que yo quisiere hacer della: si la quisiéredes por esposa, yo y todos sus parientes gustaremos dello, y lo tendremos por bien: y si por amiga, no usarémos de ningun melindre con tal que tengais dineros, porque la codicia por jamas sale de nuestros ranchos. Dineros traigo, respondió el mozo; en estas mangas de camisa, que traigo ceñida por el cuerpo, vienen cuatrocientos escudos de oro. Este fue otro susto mortal que recibió Andres, viendo que el traer tanto dinero no era sino para conquistar ó comprar su prenda; y con lengua ya turbada dijo: Buena cantidad es esa, no hay sino descubriros, y manos á la labor, que la muchacha que no es nada boba, verá cuán bien le está ser vuestra. ¡Ay, amigo! dijo á esta sazon el mozo: quiero que sepais que la fuerza que me ha hecho mudar de traje