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Novelas ejemplares.

de una pierna: llegaron, y quitáronle, y uno de los jitanos le dijo: ¿Quién diablos os trujo por aquí, hombre, tales horas y tan fuera de camino? ¿venís á hurtar por ventura? porque en verdad que habeis llegado á buen puerto. No vengo á hurtar, respondió el mordido, ni sé si vengo ó no fuera de camino, aunque bien veo que vengo descaminado: pero decidme, señores, ¿está por aquí alguna venta ó lugar donde pueda recogerme esta noche, y curarme de las heridas que vuestros perros me han hecho? No hay lugar ni venta donde podamos encaminaros, respondió Andres; mas para curar vuestras heridas y alojaros esta noche no os faltará comodidad en nuestros ranchos; veníos con nosotros, que aunque somos jitanos, no lo parecemos en la caridad. Dios la use con vosotros, respondió el hombre, y llevadme donde quisiéredes, que el dolor desta pierna me fatiga mucho. Llegóse á él Andres y otro jitano caritativo (que aun entre los demonios hay unos peores que otros, y entre muchos malos hombres suele haber alguno bueno), y entre los dos le llevaron. Hacia la noche clara con luna, de manera que pudieron ver que el hombre era mozo, de gentil rostro y talle: venia vestido todo de lienzo blanco, y atravesada por las espaldas y ceñida á los pechos una como camisa ó talega de lienzo. Llegaron á la barraca ó toldo de Andres, y con presteza encendieron lumbre y luz, y acudió luego la abuela de Preciosa á curar el herido, de quien ya le habian dado cuenta; tomó algunos pelos de los perros, friólos en aceite y lavando primero con vino dos mordeduras que tenia en la pierna izquierda, le puso los pelos con el aceite en ellas, y encima un poco de romero verde mascado: lióselo muy bien con paños limpios, y santiguóle las heridas, y díjole: Dormid, amigo, que con el ayuda de Dios no será nada. En tanto que curaban al herido, estaba Preciosa delante, y estúvole mirando ahincadamente, y lo mismo hacia él á ella, de modo que Andres echó de ver en la atencion con que el mozo la miraba; pero echólo á que la mucha hermosura de Preciosa se llevaba tras sí los ojos. En resolucion, despues de curado el mozo, le dejaron solo sobre un lecho hecho de heno seco, y por entónces no quisieron preguntarle nada de su camino ni de otra cosa.

Apénas se apartaron dél cuando Preciosa llamó á Andres aparte, y le dijo: ¿Acuérdaste, Andres, de un papel que se me cayó en tu casa cuando bailaba con mis compañeras, que segun creo te dió un mal rato? Si acuerdo, respondió Andres, y era un soneto en tu alabanza, y no malo. Pues has de saber, Andres, replicó Preciosa, que el que hizo aquel soneto es ese mozo mordido que dejamos en la choza, y en ninguna manera me engaño, porque me habló en Madrid dos