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Novelas ejemplares.

sepultan con ellos sus mas ricas preseas. De todo lo que habia visto y oido, y de los ingenios de los jitanos quedó admirado Andres, y con propósito de seguir y conseguir su empresa, sin entremeterse nada en sus costumbres, ó á lo ménos escusarlo por todas las vias que pudiese, pensando exentarse de la jurisdiccion de obedecerlos en las cosas injustas que le mandasen, á costa de su dinero. Otro dia les rogó Andres que mudasen de sitio, y se alejasen de Madrid, porque temia ser conocido si allí estaba: ellos dijeron que ya tenian determinado irse á los montes de Toledo, y desde allí correr y garramar toda la tierra circunvecina. Levantaron pues el rancho, y diéronle á Andres una pollina en que fuese; pero él no la quiso, sino irse á pié, sirviendo de lacayo á Preciosa que sobre otra iba: ella contentísima de ver cómo triunfaba de su gallardo escudero, y él ni mas ni ménos de ver junto á sí á la que habia hecho señora de su albedrío. ¡Oh poderosa fuerza deste que llaman dulce dios de la amargura (título que le ha dado la ociosidad y el descuido nuestro), y con qué veras nos avasalla! ¡y cuán sin respeto nos tratas! Caballero es Andres, y mozo, y de muy buen entendimiento, criado casi toda su vida en la corte, y con el regalo de sus ricos padres: y desde ayer acá ha hecho tal mudanza, que engañó á sus criados y sus amigos, defraudó las esperanzas que sus padres en él tenian, dejó el camino de Flandes donde habia de ejercitar el valor de su persona y acrecentar la honra de su linaje, y se vino á postrar á los piés de una muchacha y á ser su lacayo, que puesto que hermosísima, en fin era jitana: privilegio de la hermosura, que trae al redopelo y por la melena á sus piés à la voluntad mas exenta.

De allí á cuatro dias llegaron á una aldea dos leguas de Toledo, donde asentaron su aduar, dando primero algunas prendas de plata al alcalde del pueblo en fianzas de que en él ni en todo su término no hurtarian ninguna cosa. Hecho esto, todas las jitanas viejas, algunas mozas, y los jitanos se esparcieron por todos los lugares, ó á lo ménos apartados por cuatro ó cinco leguas de aquel donde habian asentado su real. Fué con ellos Andres á tomar la primera licion de ladron; pero aunque le dieron muchas en aquella salida, ninguna se le asentó, ántes correspondiendo á su buena sangre, con cada hurto que sus maestros hacian se le arrancaba el alma, y tal vez hubo que pagó de su dinero los hurtos que sus compañeros habian lecho, conmovido de las lágrimas de sus dueños: de lo cual los jitanos se desesperaban, diciendo que era contravenir á sus estatutos y ordenanzas, que prohibian la entrada á la caridad en sus pechos, la cual en teniéndola, habian de dejar de ser ladrones, cosa que no les estaba