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La jitanilla.

faldriqueras en las ciudades: no hay águila, ni ninguna otra ave de rapiña que mas presto se abalance á la presa que se le ofrece, que nosotros nos abalanzamos á las ocasiones que algún interés nos señalen: y finalmente, tenemos muchas habilidades que felice fin nos prometen; porque en la cárcel cantamos, en el potro callamos, de dia trabajamos, y de noche hurtamos, y por mejor decir avisamos que nadie viva descuidado de mirar donde pone su hacienda: no nos fatiga el temor de perder la honra, ni nos desvela la ambición del acrecentarla: ni sustentamos bandos, ni madrugamos á dar memoriales, ni á acompañar maguates, ni á solicitar favores: por dorados techos y suntuosos palacios estimamos estas barracas y movibles ranchos: por cuadros y países de Flándes los que nos da la naturaleza en esos levantados riscos y nevadas peñas, tendidos prados y espesos bosques que á cada paso á los ojos se nos muestran: somos astrólogos rústicos, porque como casi siempre dormimos al cielo descubierto, á todas horas sabemos las que son del dia y las que son de la noche: vemos cómo arrincona y barre la aurora las estrellas del cielo, y cómo ella sale con su compañera el alba, alegrando el aire, enfriando el agua y humedeciendo la tierra, y luego tras ella el sol, dorando cumbres (como dijo el otro poeta) y rizando montes: ni tememos quedar helados por su ausencia cuando nos hiere á soslayo con sus rayos, ni quedar abrasados cuando con ellos perpendicularmente nos toca: un mismo rostro hacemos al sol que al hielo, á la esterilidad que á la abundancia: en conclusión, somos gente que vivimos por nuestra industria y pico, y sin entremeternos con el antiguo refrán: iglesia, ó mar, ó casa real, tenemos lo que queremos, pues nos contentamos con lo que tenemos: todo esto os he dicho, generoso mancebo,, porque no ignoréis la vida á que habéis venido, y el trato que habéis de profesar, el cual os he pintado aquí en borrón; que otras muchas é infinitas cosas iréis descubriendo en él con el tiempo, no menos dignas de consideración, que la que habéis oido. Calló en diciendo esto el elocuente viejo jitano, y el novicio dijo, que se holgaba mucho de haber sabido tan loables estatutos, y que él pensaba hacer profesión en aquella orden tan puesta en razón y en políticos fundamentos, y que solo le pesaba no haber venido mas presto en conocimiento de tan alegre vida, y que desde aquel punto renunciaba la profesión de caballero y la vanagloria de su ilustre linaje, y lo ponia todo debajo del yugo, ó por mejor decir, debajo de las leyes con que ellos vivían, pues con tan alta recompensa le satisfacían el deseo de servirlos, entregándole á la divina Preciosa, por quien él dejaría coronas é imperios, y solo los desearía para servirla. A lo cual respondió Preciosa: Puesto que estos señores legisladores han hallado