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La jitanilla.

por algun niño de dos años: mirad qué D. Juanico, y qué brinco. A mi verdad que pudiera ya estar casado, y que segun tiene unas rayas en la frente, no pasarán tres años sin que lo esté, y muy á su gusto, si es que desde aquí allá no se le pierde, ó se le trueca. Basta, dijo uno de los presentes: ¿qué sabe la Jitanilla de rayas? En esto las jitanillas que iban con Preciosa, todas tres se arrimaron á un rincon de la sala, y cosiéndose las bocas unas con otras, se juntaron por no ser oidas. Dijo la Cristina: Muchachas, este es el caballero que nos dió esta mañana los tres reales de á ocho. Así es la verdad, respondieron ellas; pero no se lo mentemos, ni le digamos nada si él no nos lo mienta: ¿qué sabemos si quiere encubrirse? En tanto que esto entre las tres pasaba, respondió Preciosa á lo de las rayas: Lo que veo con los ojos, con el dedo lo adevino: yo sé del señor D. Juanico, sin rayas, que es algo enamoradizo, impetuoso y acelerado, y gran prometedor de cosas que parecen imposibles; y plegue á Dios que no sea mentirosito, que seria lo peor de todo: un viaje ha de hacer agora muy lejos de aquí, y uno piensa el bayo, y otro el que le ensilla: el hombre pone, y Dios dispone: quizá pensará que va á Oñez, y dará en Gamboa. A esto respondió D. Juan: En verdad, jitanica, que has acertado en muchas cosas de mi condicion; pero en lo de ser mentiroso vas muy fuera de la verdad, porque me precio de decirla en todo acontecimiento: en lo del viaje largo has acerado, pues sin duda siendo Dios servido, dentro de cuatro ó cinco dias me partiré á Flándes, aunque tú me amenazas que he de torcer el camino y no querria que en él me sucediese algun desman que lo estorbase. Calle, señorito, respondió Preciosa, y encomiéndese á Dios, que todo se hará bien; y sepa que yo no sé nada de lo que digo; y no es maravilla, que como hablo múcho y á bulto, acierte en alguna cosa, y yo querria acertar en persuadirte á que no te partieses, sino que sosegases el pecho, y te estuvieses con tus padres para darles buena vejez, porque no estoy bien con estas idas y venidas á Flándes, principalmente los mozos de tan tierna edad como la tuya: déjate crecer un poco para que puedas llevar los trabajos de la guerra, cuanto mas que harta guerra tienes en tu casa, hartos combates amorosos te sobresaltan el pecho: sosiega, sosiega, alborotadito, y mira lo que haces primero que te cases, y dános una limosnita por Dios, y por quien tú eres; que en verdad que creo que eres bien nacido; y si á esto se junta el ser verdadero, yo cantaré la gala al vencimiento de haber acertado en cuanto te he dicho. Otra vez te he dicho, niña, respondió el D. Juan, que habia de ser Andres Caballero, que en todo aciertas, sino en el temor que tienes, que no debo de ser muy verdadero, que en esto te

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