las dejó, y se entró en Madrid, y ellas contentísimas hicieron lo mismo. Preciosa, algo aficionada, mas con benevolencia que con amor, de la gallarda disposicion de Andres, ya deseaba informarse si era el que habia dicho: entró en Madrid, y á pocas calles andadas encontró con el paje poeta de las coplas y el escudo: y cuando él la vió, se llegó á ella diciendo: Vengas en buen hora, Preciosa; ¿leiste por ventura las coplas que te di el otro dia? á lo que Preciosa respondió: Primero que le responda palabra, me ha de decir una verdad, por vida de lo que mas quiere. Conjuro es ese, respondió el paje, que aunque el decirla me costase la vida, no la negaré en ninguna manera. Pues la verdad que quiero que me diga, dijo Preciosa, es, si por ventura es poeta. A serlo, replicó el paje, forzosamente habia de ser por ventura; pero has de saber, Preciosa, que ese nombre de poeta muy pocos le merecen, y así yo no lo soy, sino un aficionado á la poesía: y para lo que he menester, no voy á pedir ni buscar versos ajenos: los que te di son mios, y estos que te doy agora tambien, mas no por esto soy poeta, ni Dios lo quiera. ¿Tan malo es ser poeta? replicó Preciosa. No es malo, dijo el paje; pero el ser poeta á solas no lo tengo por muy bueno: hase de usar de la poesía, como de una joya preciosísima, cuyo dueño no la trae cada dia, ni la muestra á todas gentes, ni á cada paso, sino cuando convenga y sea razon que la muestre: la poesía es una bellísima doncella, casta, honesta, discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discrecion mas alta: es amiga de la soledad, las fuentes la entretienen, los prados la consuelan, los árboles la desenojan, las flores la alegran; y finalmente, deleita y enseña á cuantos con ella comunican. Con todo eso, respondió Preciosa, he oido decir que es pobrísima, y que tiene algo de mendiga. Antes es al reves, dijo el paje, porque no hay poeta que no sea rico, pues todos viven contentos con su estado: filosofía que alcanzan pocos. Pero ¿qué te ha movido, Preciosa, á hacer esta pregunta? Hame movido, respondió Preciosa, porque como yo tengo á todos, ó los mas poetas por pobres, causóme maravilla aquel escudo de oro, que me distes entre vuestros versos envuelto: mas agora que sé que no sois poeta, sino aficionado de la poesía, podria ser que fuésedes rico, aunque lo dudo, á causa de que por aquella parte que os toca de hacer coplas, se ha de desaguar cuanta hacienda tuviéredes; que no hay poeta, segun dicen, que sepa conservar la hacienda que tiene, ni granjear la que no tiene. Pues yo no soy desos, replicó el paje; versos hago, y no soy rico, ni pobre y sin sentirlo ni descontarlo, como hacen los jinoveses sus convites, bien puedo dar un escudo, y dos á quien yo quisiere: tomad, Preciosa perla, este segundo papel, y este
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La jitanilla.