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La jitanilla.

estoy debajo de su tutela y amparo: soy hijo único, y el que espera un razonable mayorazgo: mi padre está aquí en la corte pretendiendo un cargo, y ya está consultado, y tiene casi ciertas esperanzas de salir con él; y con ser de la calidad y nobleza que os he referido, y de la que casi se os debe ya de ir trasluciendo, con todo eso quisiera ser un gran señor para levantar á mi grandeza la humildad de Preciosa, haciéndola mi igual y mi señora: yo no la pretendo para burlalla, ni en las veras del amor que la tengo puede caber género de burla alguna: solo quiero servirla del modo que ella mas gustare: su voluntad es la mia; pero con ella es de cera mi alma, donde podrá imprimir lo que quisiere, y para conservarlo y guardarlo, no será como impreso en cera, sino como esculpido en mármoles, cuya dureza se opone á la duracion de los tiempos: si creeis esta verdad, no admitirá ningun desmayo mi esperanza; pero si no me creeis, siempre me tendrá temeroso vuestra duda: mi nombre es este, y dijoselo: el de mi padre ya os le he dicho: la casa donde vive es en tal calle, y tiene tales y tales señas: vecinos tiene de quien podréis informaros, y aun de los que no son vecinos tambien; que no es tan escura la calidad y el nombre de mi padre, y el mio, que no le sepan en los patios de Palacio, y aun en toda la corte: cien escudos traigo aquí en oro para daros en arras y señal de lo que pienso daros; porque no ha de negar la hacienda el que da el alma. En tanto que el caballero esto decia, le estaba mirando Preciosa atentamente, y sin duda que no le debieron de parecer mal ni sus razones ni su talle; y volviéndose á la vieja, le dijo: Perdóneme, abuela, de que me tome licencia para responder á este tan enamorado señor. Responde lo que quisieres, nieta, respondió la vieja, que yo sé que tienes discrecion para todo. Y Preciosa dijo: Yo, señor caballero, aunque soy jitana, pobre y humildemente nacida, tengo un cierto espiritillo fantástico acá dentro, que á grandes cosas me lleva: á mí ni me mueven promesas, ni me desmoronan dádivas, ni me inclinan sumisiones, ni me espantan finezas enamoradas: y aunque de quince años (que segun la cuenta de mi abuela para este San Miguel los haré), soy ya vieja en los pensamientos, y alcanzo mas de aquello que mi edad promete, mas por mi buen natural que por la esperiencia; pero con lo uno ó con lo otro sé que las pasiones amorosas en los recien enamorados son como ímpetus indiscretos que hacen salir á la voluntad de sus quicios, la cual atropellando inconvenientes, desatinadamente se arroja tras su deseo, y pensando dar con la gloria de sus ojos, da con el infierno de sus pesadumbres: si alcanza lo que desea, mengua el deseo con la posesion de la cosa deseada, y quizá abriéndose entonces los ojos del entendimiento, se ve ser bien que se