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La jitanilla.

¡Qué hija! qué nieto!
Y ¡qué yerno! Al punto,
A ser causa justa,
Cantárades triunfos.
Pero vos humilde
Fuisteis el estudio,
Donde vuestra Hija
Hizo humildes cursos,
Y ahora á su lado
A Dios el mas junto
Gozais del alteza
Que apénas barrunto.

El cantar de Preciosa fué para admirar á cuantos la escuchaban. Unos decian: Dios te bendiga, la muchacha. Otros: Lástima es que esta mozuela sea jitana; en verdad, en verdad que merecia ser hija de un gran señor. Otros habia mas groseros que decian: Dejen crecer á la rapaza, que ella hará de las suyas; á fe que se va añudando en ella gentil barredera para pescar corazones. Otro mas humano, mas basto y mas modorro, viéndola andar tan lijera en el baile, le dijo: A ello, hija, á ello, andad, amores, y pisad el polvito á tan menudito. Y ella respondió sin dejar el baile: Y pisarélo yo á tan menudo. Acabáronse las vísperas y la fiesta de Sta. Ana, y quedó Preciosa algo cansada, pero tan celebrada de hermosa, de aguda y de discreta y bailadora, que á corrillos se hablaba della en toda la corte. De allí á quince dias volvió á Madrid, como tenia de costumbre, con otras tres muchachas con sonajas y con un baile nuevo, todas apercebidas de romances y de cantarcillos alegres, pero todos honestos; que no consentia Preciosa que las que fuesen en su compañía cantasen cantares descompuestos, ni ella los cantó jamas, y muchos miraron en ello, y la tuvieron en mucho. Nunca se apartaba della la jitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y traspusiesen; llamábala nieta, y ella la tenia por abuela. Pusiéronse á bailar á la sombra en la calle de Toledo por complacer á los que las miraban, y de los que las venian siguiendo se hizo luego un gran corro; y en tanto que bailaban, la vieja pedia limosna á los circunstantes, y llovian en ella ochávos y cuartos como piedras á tablado; que tambien la hermosura tiene fuerza de despertar la caridad dormida. Acabado el baile, dijo Preciosa: Si me dan cuatro cuartos, les cantaré un romance yo sola, lindísimo en estremo, que trata de cuando la reina nuestra señora Doña Margarita salió á misa de parida en Valladolid, y fué á San Llorente: dígoles que es famoso, y compuesto por un poeta de los del número, como capitan del batallon. Apénas hubo dicho esto cuando casi todos los que en la rueda estaban dijeron á voces: Cántale, Preciosa, y ves aquí mis cuatro cuartos: y así granizaron sobre ella cuartos, que la vieja no se daba manos á cogerlos. Hecho pues su agosto y su vendimia, repicó Preciosa sus sonajas, y al tono correntío y loquesco cantó el siguiente romance.

Salió á misa de parida
La mayor reina de Europa,
En el valor y en el nombre
Rica y admirable joya.

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