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Rinconete y Cortadillo.

Siguió la Gananciosa cantando:

Por un morenico de color verde
¿Cuál es la fogosa que no se pierde?

Y luego Mompodio, dándose gran priesa al meneo de sus tejoletas, dijo:

Riñen dos amantes, hácese la paz,
Si el enoju es grande, es el gusto mas.

No quiso la Cariharta pasar su gusto en silencio, porque tomando otro chapin, se metió en danza, y acompañó á las demas, diciendo:

Detente, enojado, no me azotes mas,
Que si bien lo miras, á tus carnes das.

Cántese á lo llano, dijo á esta sazon Repolido, y no se toquen historias pasadas, que no hay para qué: lo pasado sea pasado, y tómese otra vereda, y basta. Talle llevaban de no acabar tan presto el comenzado cántico, si no sintieran que llamaban á la puerta apriesa, y con ella salió Mompodio á ver quién era, y la centinela le dijo como al cabo de la calle habia asomado el alcalde de la justicia, y que delante dél venian el Tordillo y el Cernícalo, corchetes neutrales. Oyéronlo los de dentro, y alborotáronse todos, de manera que la Cariharta y la Escalanta se calzaron sus chapines al reves: dejó la escoba la Gananciosa, Mompodio sus tejoletas, y quedó en turbado silencio toda la música: enmudeció Chiquiznaque, pasmóse el Repolido, y suspendióse Maniferro, y todos, cuál por una y cuál por otra parte, desaparecieron, subiéndose á las azoteas y tejados para escaparse y pasar por ellos á otra calle. Nunca disparado arcabuz á deshora, ni trueno repentino espantó así á banda de descuidadas palomas, como puso en alboroto y espanto á toda aquella recogida compañía y buena gente la nueva de la venida del alcalde de la justicia y su corchetada: los dos novicios Rinconete y Cortadillo no sabian qué hacerse, y estuviéronse quedos, esperando ver en qué paraba aquella repentina borrasca, que no paró en mas de volver la centinela á decir que el alcalde se habia pasado de largo, sin dar muestra ni resabio de mala sospecha alguna. Y estando diciendo esto á Mompodio, llegó un caballero mozo á la puerta, vestido, como se suele decir, de barrio: Mompodio le entró consigo, y mandó llamar á Chiquiznaque, á Maniferro y al Repolido, y que de los demas no bajase alguno: como se habian quedado en el patio Rinconete y Cortadillo pudieron oir toda la plática que pasó Mompodio con el caballero recien venido, el cual dijo á Mompodio, que por qué se habia hecho tan mal lo que le habia encomendado.