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Rinconete y Cortadillo.

tornó á levantar las voces, aquí volvió á pedir justicia, y aquí se la prometió de nuevo Mompodio y todos los bravos que allí estaban. La Gananciosa tomó la mano á consolalla, diciéndole que ella diera de muy buena gana una de las mejores preseas que tenia, porque le hubiera pasado otro tanto con su querido; porque quiero, dijo, que sepas, hermana Cariharta, si no lo sabes, que á lo que se quiere bien se castiga, y cuando estos bellacones nos dan, y azotan y acocean, entonces nos adoran; si no, confiésame una verdad por tu vida: despues que te hubo Repolido castigado y brumado, ¿no te hizo alguna caricia? ¿Cómo una? respondió la llorosa, cien mil me hizo, y diera él un dedo de la mano porque me fuera con él á su posada, y aun me parece que casi se le saltaron las lágrimas de los ojos despues de haberme molido. No hay dudar en eso, replicó la Gananciosa, y lloraria él de pena de ver cuál te habia puesto, que en estos tales hombres y en tales casos no han cometido la culpa, cuando les viene el arrepentimiento: y tú verás, hermana, si no viene á buscarte antes que de aquí nos vamos, y á pedirte perdon de todo lo pasado, rindiéndosete como un cordero. En verdad, respondió Mompodio, que no ha de entrar por estas puertas el cobarde embesado, si primero no hace una manifiesta penitencia del cometido delito: ¿las manos habia él de ser osado ponerlas en el rostro de la Cariharta ni en sus carnes, siendo persona que puede competir en limpieza y ganancia con la misma Gananciosa que está delante, que no lo puedo mas encarecer? ¡Ay! dijo á esta sazon la Juliana, no diga vuesa merced, señor Mompodio, mal de aquel maldito, que con cuan malo es, le quiero mas que á las telas de mi corazon, y hanme vuelto el alma al cuerpo las razones que en su abono ha dicho mi amiga la Gananciosa, y en verdad que estoy por ir á buscarle. Eso no harás tú por mi consejo, replicó la Gananciosa, porque se estenderá y ensanchará, y hará tretas en tí como en cuerpo muerto. Sosiégate, hermana, que ántes de mucho le verás venir tan arrepentido como he dicho, y si no viniere, escribirémosle un papel en coplas que le amargue. Eso sí, dijo la Cariharta, que tengo mil cosas que escribirle. Yo seré el secretario cuando sea menester, dijo Mompodio; y aunque no soy nada poeta, todavía, si el hombre se arremanga, se atreverá á hacer dos millares de coplas en daca las pajas, y cuando no salieren como deben, yo tengo un barbero amigo, gran poeta, que nos henchirá las medidas á todas horas, y en la de agora acabemos lo que teníamos comenzado del almuerzo, que despues todo se andará. Fué contenta la Juliana de obedecer á su mayor, y así todos volvieron á su gaudeamus, y en poco espacio vieron el fondo de la canasta y las heces del cuero: