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Novelas ejemplares.

media docena de ansias, sin desplegar los labios, y sin decir esta boca es mia. Ya sabemos aquí, dijo Cortadillo, señor Mompodio, qué quiere decir ansias, y para todo tenemos ánimos, porque no somos tan ignorantes, que no se nos alcance que lo que dice la lengua paga la gorja, y harta merced le hace el cielo al hombre atrevido, por no darle otro título, que le deja en su lengua su vida ó su muerte, como si tuviese mas letras un no que un sí. Alto, no es menester mas, dijo á esta sazon Mompodio: digo que sola esta razon me convence, me obliga, me persuade y me fuerza á que desde luego asenteis por cofrades mayores, y que se os sobrelleve el año del noviciado. Yo soy dese parecer, dijo uno de los bravos, y á una voz lo confirmaron todos los presentes, que toda la plática habian estado escuchando, y pidieron á Mompodio que desde luego les concediese y permitiese gozar de las inmunidades de su cofradía, porque su presencia agradable y su buena plática lo merecia todo: él respondió que por dallos contento á todos desde aquel punto se las concedia, advirtiéndoles que las estimasen en mucho, porque era no pagar media anata del primer hurto que hiciesen; no hacer oficios menores en todo aquel año, conviene á saber, no llevar recaudo de ningun hermano mayor á la cárcel ni á la casa de parte de sus contribuyentes; piar el turco puro; hacer banquete cuando, como y adonde quisieren, sin pedir licencia á su mayoral; entrar á la parte desde luego con lo que entrujasen los ermanos mayores, como uno dellos, y otras cosas que ellos tuvieron por merced señaladísima, y los demas con palabras muy comedidas las agradecieron mucho. Estando en esto, entró un muchacho corriendo y desalentado, y dijo: El alguacil de los vagamundos viene encaminado á esta casa; pero no trae consigo gurullada. Nadie se alborote, dijo Mompodio, que es amigo, y nunca viene por nuestro daño: sosiéguense, que yo le saldré á hablar. Todos se sosegaron, que ya estaban algo sobresaltados, y Mompodio salió á la puerta, donde halló al alguacil, con el cual estuvo hablando un rato, y luego volvió á entrar Mompodio, y preguntó:¿A quién le cupo hoy la plaza de San Salvador? á mí, dijo el de la guia. Pues ¿cómo, dijo Mompodio, no se me ha manifestado una bolsilla de ámbar, que esta mañana en aquel mismo paraje dió al traste con quince escudos de oro y dos reales de á dos, y no sé cuántos cuartos? Verdad es, dijo la guia, que hoy faltó esa bolsa; pero yo no la he tomado, ni puedo imaginar quién la tomase. No hay levas conmigo, replicó Mompodio, la bolsa ha de parecer, porque la pide el alguacil, que es amigo, y nos hace mil placeres al año: tornó á jurar el mozo que no sabia della: comenzóse á encolerizar Mompodio de manera, que parecia que fuego vivo