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Rinconete y Cortadillo.

que la esportilla servia de cepo para limosna, y la almofia de tener agua bendita; y así era la verdad. Estando en esto entraron en la casa dos mozos de hasta veinte años cada uno, vestidos de estudiantes, y de allí á poco dos de la esportilla y un ciego, y sin hablar palabra ninguna, se comenzaron á pasear por el patio: no tardó mucho cuando entraron dos viejos de bayeta con antojos que los hacian graves y dignos de ser respetados, con sendos rosarios de sonadoras cuentas en las manos: tras ellos entró una vieja halduda, y sin decir nada se fué á la sala, y habiendo tomado agua bendita con grandísima devocion, se puso de rodillas ante la imágen, y al cabo de una buena pieza, habiendo primero besado tres veces el suelo, y levantado los brazos y los ojos al cielo otras tantas, se levantó y echó su limosna en la esportilla, y se salió con los demas al patio. En resolucion, en poco espacio se juntaron en el patio hasta catorce personas de diferentes trajes y oficios: llegaron tambien de los postreros dos bravos y bizarros mozos, de bigotes largos, sombreros de grande falda, cuellos á la valona, medias de color, ligas de gran balumba, espadas de mas de marca, sendos pistoletes cada uno en lugar de dagas, y sus broqueles pendientes de la pretina: los cuales así como entraron, pusieron los ojos al traves en Rincon y Cortado á modo de que los estrañaban y no conocian, y llegándose á ellos les preguntaron si eran de la cofradía. Rincon respondió que sí, y muy servidores de sus mercedes.

Llegóse en esto la sazon y punto en que bajó el señor Mompodio, tan esperado como bien visto de toda aquella virtuosa compañía: parecia de edad de cuarenta y cinco á cuarenta seis años, alto de cuerpo, moreno de rostro, cejijunto, barbinegro y muy espeso, los ojos hundidos: venia en camisa, y por la abertura de delante descubria un bosque, tanto era el vello que tenia en el pecho: traia cubierta una capa de bayeta casi hasta los piés, en los cuales traia unos zapatos enchancletados; cubríanle las piernas unos zaragüelles de lienzo anchos y largos hasta los tobillos, el sombrero era de los de la ampa, campanudo de copa y tendido de falda; atravesábale un tahalí por espalda y pechos, á de colgaba una espada ancha y corta, á modo de las del perrillo; las manos eran cortas y pelosas, los dedos gordos, y las uñas hembras y remachadas; las piernas no se le parecian, pero los piés eran descomunales de anchos y juanetudos. En efecto, él representaba el mas rústico y disforme bárbaro del mundo. Bajó con él la guia de los dos, y trabándoles de las manos, los presentó ante Mompodio, diciéndole: Estos son los dos buenos mancebos que á vuesa merced dije, mi

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