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Novelas ejemplares.

en toda la semana, y algunos de nosotros no hurtamos el dia del viérnes, ni tenemos conversacion con mujer que se llame María, el dia del sábado. De perlas me parece todo eso, dijo Cortado; pero dígame vuesa merced, ¿hácese otra restitucion, ó otra penitencia mas de la dicha? En esto de restituir no hay que hablar, respondió el mozo, porque es cosa imposible por las muchas partes en que se divide lo hurtado, llevando cada uno de los ministros y contrayentes la suya, y así el primer hurtador no puede restituir nada; cuanto mas, que no hay quien nos mande hacer esta diligencia á causa que nunca nos confesamos, y si sacan cartas de descomunion, jamas llegan á nuestra noticia, porque jamas vamos á la iglesia al tiempo que se leen, sino es los dias de jubileo, por la ganancia que nos ofrece el concurso de la mucha gente. ¿Y con solo eso que hacen, dicen esos señores, dijo Cortado, que su vida es santa y buena? Pues ¿qué tiene de mala? replicó el mozo: ¿no es peor ser hereje, renegado, ó matar á su padre y madre, ó ser solomico? Sodomita querrá decir vuesa merced, respondió Rincon. Eso digo, dijo el mozo. Todo es malo, replicó Cortado; pero pues nuestra suerte ha querido que entremos en esta cofradía, vuesa merced alargue el paso, que muero por verme con el señor Mompodio, de quien tantas virtudes se cuentan. Presto se les cumplirá su deseo, dijo el mozo, que ya desde aquí se descubre su casa: vuesas mercedes se queden á la puerta, que yo entraré á ver si está desocupado, porque estas son las horas cuando él suele dar audiencia. En buena sea, dijo Rincon; y adelantándose un poco el mozo, entró en una casa no muy buena, sino de muy mala apariencia; y los dos se quedaron esperando á la puerta: él salió luego y los llamó, y ellos entraron, y su guia les mandó esperar en un pequeño patio ladrillado que de puro limpio y aljofifado parecia que vertia carmin de lo mas fino: al un lado estaba un banco de tres piés, y al otro un cántaro desbocado, con un jarrillo encima no ménos falto que el cántaro: á otra parte estaba una estera de enea, y en el medio un tiesto, que en Sevilla llaman maceta de albahaca. Miraban los mozos atentamente las alhajas de la casa, en tanto que bajaba el señor Mompodio, y viendo que tardaba, se atrevió Rincon á entrar, en una sala baja de dos pequeñas que en el patio estaban, y vió en ella dos espadas de esgrima y dos broqueles de corcho pendientes de cuatro clavos, y una arca grande sin tapa ni cosa que la cubriese, y otras tres esteras de enea tendidas por el suelo: en la pared frontera estaba pegada á la pared una imágen de nuestra Señora, destas de mala estampa, y mas abajo pendia una esportilla de palma, y encajada en la pared una almofia blanca, por de coligió Rincon