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PRÓLOGO.


Quisiera yo, si fuera posible (lector amantísimo) escusarme de escribir este prólogo, porque no me fué tan bien con el que puse en mi Don Quijote, que quedase con gana de segundar con este. De esto tiene la culpa algun amigo de los muchos que en el discurso de mi vida he granjeado ántes con mi condicion que con mi ingenio: el cual amigo bien pudiera, como es uso y costumbre, grabarme y esculpirme en la primera hoja de este libro, pues le diera mi retrato el famoso D. Juan de Jauregui, y con esto quedara mi ambicion satisfecha, y el deseo de algunos que querrian saber qué rostro y talle tiene quien se atreve á salir con tantas invenciones en la plaza del mundo á los ojos de las gentes, poniendo debajo del retrato: Este que veis aquí de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos, y de nariz corva aunque bien proporcionada, las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes no crecidos, porque no tiene sino seis y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande ni