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Rinconete y Cortadillo.

importaba en aquel ejercicio. Por presto que volvió Rincon, ya halló en el mismo puesto á Cortado. Llegóse Cortado á Rincon, y preguntóle que cómo le habia ido. Rincon abrió la mano, y mostróle los tres cuartos. Cortado entró la suya en el seno, y sacó una bolsilla que mostraba haber sido de ámbar en los pasados tiempos; venia algo hinchada, y dijo: Con esta me pagó su reverencia del estudiante y con dos cuartos mas; tomadla vos, Rincon, por lo que puede suceder: y habiéndosela ya dado secretamente, veis aquí de vuelve el estudiante trasudando y turbado de muerte, y viendo á Cortado le dijo si acaso habia visto una bolsa de tales y tales señas, que con quince escudos de oro en oro, y con tres reales de á dos, y tantos maravedís en cuartos y en ochavos le faltaba, y que le dijese si la habia tomado en el entre tanto que con él habia andado comprando. A lo cual con estraño disimulo, sin alterarse ni mudarse en nada, respondió Cortado: Lo que yo sabré decir desa bolsa es que no debe de estar perdida, si ya no es que vuesa merced la puso á mal recaudo. Eso es ello, pecador de mí, respondió el estudiante, que la debí de poner á mal recaudo, pues me la hurtaron. Lo mismo digo yo, dijo Cortado: pero para todo hay remedio, si no es para la muerte, y el que vuesa merced podrá tomar es lo primero y principal tener paciencia, que de ménos nos hizo Dios, y un dia viene tras otro dia, y donde las dan las toman, y podria ser que con el tiempo que llevó la bolsa se viniese á arrepentir, y se la volviese á vuestra merced sahumada. El sahumerio le perdonaríamos, respondió el estudiante, y Cortado prosiguió diciendo: Cuanto mas que cartas de descomunion hay paulinas, y buena diligencia, que es madre de la buenaventura, aunque á la verdad no quisiera yo ser el llevador de la bolsa, porque si es que vuesa merced tiene alguna órden sacra, parecermeia á mí que habia cometido algun grande incesto ó sacrilegio. Y ¿cómo que ha cometido sacrilegio? dijo á esto adolorido el estudiante; que puesto caso que yo no soy sacerdote sino sacristan de unas monjas, el dinero de la bolsa era del tercio de una capellanía que me dió á cobrar un sacerdote amigo mio, y es dinero sagrado y bendito. Con su pan se lo coma, dijo Rincon á este punto, no le arriendo la ganancia, dia de juicio hay donde todo saldrá, como dicen, en la colada, y entonces se verá quién fué Callejas, y el atrevido que se atrevió á tomar, hurtar y menoscabar el tercio de la capellanía: y ¿cuánto renta cada año, dígame, señor sacristan, por su vida? Renta la puta que me parió; y ¡estoy yo agora para decir lo que renta! respondió el sacristan con algun tanto de demasiada cólera: decidme, hermano, si sabeis algo, sino quedad con Dios, que yo la quiero hacer pregonar. No me parece mal