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Novelas ejemplares.

podian usar sin exámen: y preguntándole al asturiano qué habian de comprar, les respondió que sendos costales pequeños, limpios, ó nuevos, y cada uno tres espuertas de palma, dos grandes y una pequeña, en las cuales se repartia la carne, pescado y fruta, en el costal el pan, y él les guió donde lo vendian, y ellos del dinero de la galima del frances lo compraron todo; y dentro de dos horas pudieran estar graduados en el nuevo oficio segun les ensayaban las esportillas, y asentaban los costales; avisóles su adalid de los puestos donde habian de acudir: por las mañanas á la carnicería y á la plaza de San Salvador, los dias de pescado á la Pescadería y á la Costanilla, todas las tardes al rio, los juéves á la feria.

Toda esta leccion tomaron bien de memoria, y otro dia. bien de mañana se plantaron en la plaza de San Salvador, y apénas hubieron llegado, cuando los rodearon otros mozos del oficio, que por lo flamante de los costales y espuertas vieron ser nuevos en la plaza; hiciéronles mil preguntas, y á todas respondian con discrecion y mesura: en esto llegaron un medio estudiante y un soldado, y convidados de la limpieza de las espuertas de los dos novatos, el que parecia. estudiante llamó á Cortado, y el soldado á Rincon. En nombre sea de Dios, dijeron ambos. Para bien se comience el oficio, dijo Rincon, que vuesa merced me estrena, señor mio.. A lo cual respondió el soldado: la estrena no será mala, porque estoy de ganancia, y soy enamorado, y tengo de hacer hoy banquete á unas amigas de mi señora. Pues cargue vuesa merced á su gusto, que ánimo tengo y fuerzas para llevarme toda esta plaza, y aun si fuere menester que ayude á guisallo, lo haré de muy buena voluntad. Contentóse el soldado de la buena gracia del mozo, y díjole que si queria servir, que él le sacaria de aquel abatido oficio: á lo cual respondió Rincon que por ser aquel el dia primero que le usaba, no le queria dejar tan presto hasta ver á lo ménos lo que tenia de malo ó bueno; y cuando no le contentase, él daba su palabra de servirle á él, y ántes que á un canónigo: rióse el soldado, cargóle muy bien, mostróle la casa de su dama para que la supiese de allí adelante, y él no tuviese necesidad, cuando otra vez le enviase, de acompañarle. Rincon prometió fidelidad y buen trato: dióle el soldado tres cuartos, y en un vuelo volvió á la plaza por no perder coyuntura; porque tambien desta diligencia les advirtió el asturiano, y de que cuando llevasen pescado menudo, conviene á saber, albures, ó sardinas, ó acedías, bien podian tomar algunas, y hacerlas la salva, siquiera para el gasto de aquel dia; pero que esto habia de ser con toda sagacidad y advertimiento, porque no se perdiese el crédito, que era lo que mas