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Rinconete y Cortadillo.

y aconsejaron que no fuese, siquiera por no publicar su inhabilidad y simpleza. En fin tales razones le dijeron, que aunque no le consolaron, le obligaron á quedarse.

En esto Cortado y Rincon se dieron tan buena maña en servir á los caminantes, que lo mas del camino los llevaban á las ancas; y aunque se les ofrecian algunas ocasiones de tentar las balijas de sus medios amos, no las admitieron por no perder la ocasion tan buena del viaje de Sevilla, donde ellos tenian grande deseo de verse: con todo esto á la entrada de la ciudad, que fué á la oracion y por la puerta de la Aduana á causa del registro y almojarifazgo que se paga, no se pudo contener Cortado de no cortar la balija ó maleta que á las ancas traia un frances de la camarada, y así con el de sus cachas le dió tan larga y profunda herida, que se parecian patentemente las entrañas, y sutilmente le sacó dos camisas buenas, un reloj de sol, y un libro de memoria, cosas que cuando las vieron, no les dieron mucho gusto; y pensando que pues el frances llevaba á las ancas aquella maleta, no la habia de haber ocupado con tan poco peso como era el que tenian aquellas preseas, quisieran volver á darle otro tiento; pero no lo hicieron, imaginando que ya lo habrian echado ménos, y puesto en recaudo lo que quedaba. Habíanse despedido ántes que el salto hiciesen, de los que hasta allí los habian sustentado; y otro dia vendieron las camisas en el malbaratillo que se hace fuera de la puerta del Arenal, y dellas hicieron veinte reales. Hecho esto se fueron á ver la ciudad, y admiróles la grandeza y suntuosidad de su mayor iglesia, el gran concurso de gente del rio, porque era en tiempo de cargazon de flota, y habia en él seis galeras, cuya vista les hizo suspirar y aun temer el dia que sus culpas les habian de traer á morar en ellas de por vida: echaron de ver los muchos muchachos de la esportilla que por allí andaban; informáronse de uno dellos qué oficio era aquel, y si era de mucho trabajo y de qué ganancia. Un muchacho asturiano, que fué á quien hicieron la pregunta, respondió que el cficio era descansado, y de que no se pagaba alcabala, y que algunos dias salia con cinco y con seis reales de ganancia, con que comia y bebia, y triunfaba como cuerpo de rey, libre de buscar amo á quien dar fianzas, y seguro de comer á la hora que quisiese, pues á todas lo hallaba en el mas mínimo bodegon de toda la ciudad, en la cual habia tantos y tan buenos. No les pareció mal á los dos amigos la relacion del asturianillo, ni les descontentó el oficio, por parecerles que venia como de molde para poder usar el suyo con cubierta y seguridad, por la comodidad que ofrecia de entrar en todas las casas; y luego determinaron de comprar los instrumentos necesarios para usalle, pues lo