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El amante liberal.

nada, pues no puedo; solo confirmo la manda de mi hacienda hecha á Leonisa, sin querer otra recompensa sino que tenga por verdaderos mis honestos pensamientos, y que crea dellos que nunca se encaminaron ni miraron á otro punto, que el que pide su incomparable honestidad, su gran valor é infinita hermosura. Calló Ricardo en diciendo esto; á lo cual Leonisa respondió en esta manera: Si algun favor, oh Ricardo, imaginas que yo hice á Cornelio en el tiempo que tú andabas de mí enamorado y celoso, imagina que fué tan honesto, como guiado por la voluntad y órden de mis padres, que atentos á que le movies en á ser mi esposo, permitian que se los diese: si quedas desto satisfecho, bien lo estarás de lo que de mí te ha mostrado la esperiencia cerca de mi honestidad y recato: esto digo por darte á entender, Ricardo, que siempre fuí mia, sin estar sujeta á otro que á mis padres, á quien ahora humildemente, como es razon, suplico me den licencia y libertad para disponer la que tu mucha valentía y liberalidad me ha dado. Sus padres dijeron que se la daban, porque fiaban de su mucha discrecion que usaria della de modo que siempre redundase en su honra y en su provecho. Pues con esa licencia, prosiguió la discreta Leonisa, quiero que no se me haga de mal mostrarme desenvuelta á trueque de no mostrarme desagradecida: y así, oh valiente Ricardo, mi voluntad hasta aquí recatada, perpleja y dudosa, se declara en favor tuyo; porque sepan los hombres que no todas las mujeres son ingratas, mostrándome yo siquiera agradecida: tuya soy, Ricardo, y tuya seré hasta la muerte, si otro mejor conocimiento no te mueve á negar la mano que de mi esposo te pido. Quedó como fuera de sí á estas razones Ricardo, y no supo ni pudo responder con otras á Leonisa, que con hincarse de rodillas ante ella y besarle las manos, que le tomó por fuerza muchas veces, bañándoselas en tiernas y amorosas lágrimas: derramólas Cornelio de pesar, y de alegría los padres de Leonisa, y de admiracion y de contento todos los circunstantes: hallóse presente el obispo ó arzobispo de la ciudad, y con su bendicion y licencia los llevó al templo, y dispensando en el tiempo los desposó en el mismo punto. Derramóse la alegría por toda la ciudad, de la cual dieron muestra aquella noche infinitas uminarias, y otros muchos dias la dieron muchos juegos y regocijos que hicieron los parientes de Ricardo y de Leonisa. Reconciliáronse con la Iglesia Mahamut y Halima, la cual imposibilitada de cumplir el deseo de verse esposa de Ricardo, se contentó con serlo de Mahamut. A sus padres y á los sobrinos de Halima dió la liberalidad de Ricardo, de las partes que le cupieron del despojo, suficientemente con que viviesen. Todos en fin quedaron con-