mia, así por verse libre, como por ver como ve el retrato de su alma: todavía me alegro de la general alegría que tienen los que me han sido compañeros en la miseria; y aunque las desventuras y tristes acontecimientos suelen mudar las condiciones y aniquilar los ánimos valerosos, no ha sido así con el verdugo de mis buenas esperanzas; porque con mas valor y entereza que buenamente decirse puede, ha pasado el naufragio de sus desdichas y los encuentros de mis ardientes cuanto honestas importunaciones: en lo cual se verifica que mudan el cielo y no las costumbres los que en ellas tal vez hicieron asiento. De todo esto que he dicho, quiero inferir que yo le ofrecí mi hacienda en rescate, y le di mi alma en mis deseos: di traza en su libertad y aventuré por ella mas que por la mia la vida, y todos estos que en otro sujeto mas agradecido pudieran ser cargos de algun momento, no quiero yo que lo sean; solo quiero lo sea este en que te pongo ahora; y diciendo esto, alzó la mano y con honesto comedimiento quitó el antifaz del rostro de Leonisa, que fué como quitarse la nube que tal vez cubre la hermosa claridad del sol; y prosiguió diciendo: Ves aquí, oh Cornelio, te entrego la prenda que tú debes de estimar sobre las cosas que son dignas de estimarse; y ves aquí tú, hermosa Leonisa, te doy al que tú siempre has tenido en la memoria: esta sí quiero que se tenga por liberalidad; en cuya comparacion dar la hacienda, la vida y la honra no es nada: recíbela, oh venturoso mancebo, recíbela, y si llega tu conocimiento á tanto que llegue á conocer valor tan grande, estímate por el mas venturoso de la tierra: con ella te daré asimismo todo cuanto me tocare de parte en lo que á todos el cielo nos ha dado, que bien creo que pasará de treinta mil escudos: de todo puedes gozar á tu sabor con libertad, y quietud y descanso; y plega al cielo que sea por luengos y felices años: yo sin ventura, pues quedo sin Leonisa, gusto de quedar pobre; que á quien Leonisa le falta, la vida le sobra: y en diciendo esto calló, como si al paladar se hubiera pegado la lengua; pero desde allí á un poco, ántes que ninguno hablase, dijo: ¡Válame Dios, y cómo los apretados trabajos turban los entendimientos! Yo, señores, con el deseo que tengo de hacer bien, no he mirado lo que he dicho, porque no es posible que nadie pueda demostrarse liberal de lo ajeno: ¿qué jurisdiccion tengo yo en Leonisa para darla á otro? ó ¿cómo puedo ofrecer lo que está tan lejos de ser mio? Leonisa es suya, y tan suya, que á faltarle sus padres, que felices años vivan, ningun opósito tuviera su voluntad; y si se pudieran poner las obligaciones que como discreta debe de pensar que me tiene, desde aquí las borro, las cancelo y doy por ningunas; y así de lo dicho me desdigo, y no doy á Cornelio
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Novelas ejemplares.