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Somos bellas no menos que las rosas,
aunque ajenas al odio y la venganza
no tenemos espinas que herir puedan
si una mano del tallo nos separa.

Imitamos el rojo terciopelo
que envuelve de Jesús la imagen santa;
y tú nuestra beldad dejas vacía...
A las rosas, en cambio, les das alma.

—Deponed vuestros celos, son injustos.
En vosotras, sabed, queridas dalias,
yo bendigo de Dios la omnipotencia
lo mismo que en las rosas perfumadas.

Pero danme las rosas grata esencia
que en vosotras busqué sin encontrarla;
por eso ante una rosa me detengo
y pago con un beso su fragancia.

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