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¿Me reconocerás, Señor, cuando a las puertas
de tu casa me acerque? ¿Tus miradas
se fijarán en mí como en tu imagen?...
¿Podré besar tus plantas?...
¡Cuán grande es tu bondad que me permite
mirarme en el espejo de estas aguas!
¡Canten salmos los pájaros salvajes
y el cardo floreciendo haga guirnaldas!
Me lavaré en el agua de la fuente;
con el blanco vestido de tu Gracia
me adornaré, Señor, y tendré nuevas
y sólidas sandalias.
Y haré lo que me resta del camino
y cantando lo haré... Y una mañana
me encontraré, Señor, ante las puertas
que amoroso llamándonos señalas.