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Mi padre era joven, vigoroso y sano
cuando yo los ojos a la luz cerré,
¿y por qué no pude venerarle anciano?
Tabaco: tú sabes, tú sabes por qué.
Por piedad, viajero, tu cigarro apaga!,
mira que no puede mi respiración
soportar el humo, mira que una llaga
muy honda renuevas en mi corazón.
Sé bueno, viajero, y el tabaco arroja...
Mas ¡ay!, como ignoras lo que pasa en mi,
consumiendo sigues tu cigarro de hoja
que un bálsamo acaso seré para ti.
Dicen que los hombres por huir del hastío
y olvidar pesares se dan a fumar;
éste que incansable fuma al lado mío
¿tendrá alguna pena que quiere olvidar?