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PATRICIAS ARGENTINAS 1OI

mortales despojos, porque pierden en ella la historia, la tradición y el consejo de la escuela argentina ”, ninguna de las cua- les llevan hasta hoy su nombre recibido por otras, con menos títulos que el suyo.

Es proverbial su lucidez, su cultura, el buen tono que se respiraba en sus salones, en “que hablaba de la patria con la voz entusiasta de los tiempos pasados, de los dias magnos en que el corazón de los hombres no abrigaba otra aspiración que la libertad de la república ”.

Doña Mariquita Thompson, como po- pularmente se la llamaba, murió á los 82 años de edad, el 23 de octubre de 1868.

Al ser depositados sus restos, el señor José Tomás Guido fué uno de los que se hizo eco del dolor general en un dis- curso cuyo mejor concepto dice así: “ Una imaginación viva y abierta á todas las impresiones de lo bello y lo bueno, una indulgencia inagotable, y una urba- nidad exquisita daban á su trato, á sus confidencias, á sus cartas, un encanto que constituía un amable imperio ejercido siempre para la virtud ”.