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Estoy desnutrida, enflaquezco de congoja y miseria día tras día. Pero por cincuenta pesos: no puede pedirse más. Lo peor es lo que ven- drá. Cuento con espanto los días que pasan. 4Qué le diré a la patrona a fin de mes, cuando: vanga a cobrar el alquiler de la habitación? Soy estúpidamente eserupulosa y tímida en es- tos casos, no sé deber. Me avergilenza, me sien- to humillada bajo la mirada inquisidora de la dueña de casa que parece decir mientras sos- laya mis tacos gastados y las medias zurcidas : —¿Y ésta, tendrá que pagarme el cuarto? Salgo a buscar colocación todos los días, de la mañana a la noche, sé escribir a máquina medianamente, y me animaría a redactar car- tas comerciales en una oficina. Si alguien qui- siera darme trabajo, por muy poco sueldo... Pero siempre lo mismo: “Por el momento no señorita, de cualquier manera pásese de vez en cuando, la semana que viene...?” Conozco bien esa frase piadosa, más cruel que piadosa. ¡LA SEMANA QUE VIENE! ¿A qué esta ilusión a corto plazo? ¿A qué jugar con mi ezperanza, vanamente? ¿Y él? ¿El, dónde está él? Tres meses alejado y presente. Mi corazón llamando, desesperado. ¿Dónde su rostro que- rido? ¿Dónde sus dulces ojos?