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Alguien tuvo ante sí para medirlo el gran paisaje desconocido.
Alguien amó devotamente la hoja tímida, el sol distante, la piedra, el agua, la bestia, el aire, la materia toda multiforme.
Era crespa la onda del mar y la cabellera de los montes, era ardiente y brutal la vita- lidad de las ciudades innumerables.
Florecía la primavera y el otoño empali- decía agudizando las manos. También él in- vierno y los papelillos de la nieve volando loeos como los pájaros o las mariposas. To- dos los pensamientos altos y ascendentes, todos los pensamientos profundos, como en- raizados. La alegría del ser, y la potencia- lidad de la vida y el corazón pródigo. La juvenfud, casi la adolescencia.
Alguien quiso lealtad y fraternidad. Al- guien quiso ademán amplio y humano, vie- toriosamente humano.
¡Un tiempo hubo para amar a los vaga- bundos y a las prostitutas!
Pulpa de corazón porosa y cálida.
La vida resbala, indiferente.
