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¿Estará muy asustada mamá? ¿Me pega- rán mucho cuando vuelva?
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Los paraísos, alineados al borde de la ve- reda, proyectan manchas compactas sobre el muro, los balcones y la puerta de calle, abier- ta y tenebrosa como la oscura bova de un pozo. La luz vidriosa de la luna de Abril ha intentado romper vanamente la negra cor- tina del ramaje, pero quedó balanceándose vencida, sobre el murmullo de las móviles hojas.
Hay una inquietud de espera dentro de la casa, y un silencio vacilante y hosco.
El padre lee el diario, sobre las rodillas el látigo de siete lonjas.
El reloj de esfera da sonoramente la ho- ra, y el din dan melódico cae horadando el corazón de la madre, con eco lúgubre y mar- tillante.
Los hermanos pequeños se esconden, en- cojidos, bajo las sábanas. Los mayores ha- cen deberes o caminan sigilosos, afanados en tarea imaginaria, temiendo desatar brus- camente la ira paterna.
SUSANA. NO VUELVE.