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Bajo fondo. Tango pegajoso. Cafetín de luces verdosas.

Camareras, tratantes y marineros. Tam- bién algún poeta decadente y snob, pero no va esto con su aguda alma de señorita. Ni aunque se drogue, ni aunque se emborrache, ni aunque se acueste con la más prostituta.

Aquí los riñones eyaculan angustia, mise- ria y fuerza. .

Aquí deseo y bebida, en desagiie violento.

Aquí dentellada, manotón, derrota y es- peranza ciega.

Hemos llegado silenciosamente, en el re- molino nocturno.

Un tironear de malas pasiones hacia aba- jo, un remover de instintos oscuros.

El vino, la música y el sexo.

Vamos caminando por un hilo de alambre. Lo siento. Lo sufro.

—Si querés esta noche nos divertimos.

Cómo me gustan tus manos, tu cara, tus ojos febriles.

Como me gusta tu lívida boca.

—Si tuviéramos muchos pesos esta noche nos divertíamos. Oh no, no nos div...

—Nos íbamos a casa a querernos, a des- cansar.