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lo y llevarlo; podría ocurrir que me asalta- sen y me lo robasen.

Me han dado ocho pesos. No está mal, por un adminículo innecesario. Peor a esa mujer que le han dado tres por sus cuatro sábanas, y peor todavía a ese pobre hombre que no obtuvo por sus baratijas ni cinco centavos.

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Defensa, Humberto 1, Paseo Colón. El cami- nar se ha hecho para la miseria. El caminar así sin rumbo, sin orientación, sin destino.

Hay una primavera sonriente en las ca- lles, una primavera anticipada. Menos mal, siquiera se le alegra el pecho a uno bajo el abrazo del sol. Entra el optimismo por los poros, venido de la atmósfera. Optimismo de qué, por qué, no se sabe. Tal vez ese don de gustarle a la tierra, siempre algo.

Siento un olor de ciudad, de orillas de ciu- dad, penetrante y marino. Me llama el puer- to con sus sirenas, sus barcos, su heterogénea fisonomía.

Irse. Evadirse, El pensamiento se corta deshilvanado y cae al suelo, tumbándose, co- mo una chimenea que se derrumba.