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dome de tablas inconsistentes. El turbión de sueño, de sentimientos, de llanto y de espe- ranza subido en álgida marea para expandir- se, comienza a refluir.
No gemir demasiado sobre las muertas rui- nas. Hay muchas. Tragedias de gusanos.
Voluntad y fortaleza. Eso falta.
Hombre, pequeño, débil, corrompido y míse- ro hombre que hallé en mi camino, tu flaque- za madura mi fuerza.
Lo que pedía y recogí en migajas, alguna vez, viviendo, te lo he dado en piedad com- prensiva. No importa el para qué, sólo el por- qué importa.
Uno, dos, tres, cuatro, tantos años, pero tampoco importa. Aún queda vida y tiempo. Entiendo que inconscientemente casi, voy re- construyéndome con cimientos más firmes. Con tu ingratitud, tu flojedad, ta complica- ción y ta desdicha, me has flagelado el alma tercamente. Sea. Si mis ojos no hubieran sa- bido también llorar, de enorme piedad, do- lientemente, su luz de amor no fuera perfec- ta.
He sufrido la soledad, la tortura moral, el espiritual abandono. He sufrido la incom- prensión del hombre, hasta el límite; pero
