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arreglo en mis gastos y puedo mandarme hacer alguna ropa que necesito.

La señora Nina, que estaba contentísima con el servicio de Lanza, le díjo que al fin de aquel mes quedaban chancelados, y que desde entónces empezaria á entregarle su sueldo.

Asi, en cuanto se cumplió su mes, Lanza vino á arreglar su cuenta y se hizo dar el correspondiente recibo por chancelacion de su deuda.

Solamente así se creia libre de la accion policial que creia pudiese ejercer sobre él la señora Nina.

Solo cuando tuvo en su poder el recibo que consideraba salvador, le notificó que se iba de su casa, porqué habia encontrado una colocacion mas provechosa.

La señora Nina sintió profundamente la ida de su aristocrático mozo, como ella lo llamaba, persuadida que no iba á encontrar otro que con él pudiera compararse.

Y le rogó que se quedase en su casa con mayores ventajas, empezando por subirle el sueldo y demostrándole que con lo que ella le pagaba y con las propinas que consiguiese, podia ir reuniendo un buen capitalito.

—¿Qué quiere que haga de mozo de hotel? observaba Lanza con cierta picardia.

Ni es este mi oficio ni para desempeñarlo me he costeado yo á América.

Yo he venido aquí á hacerme una fortuna, y á pesar de todos los contratiempos y dificultades con que he tropezado, he de hacerme una posicion y una fortuna.

Nina insistió en que se quedase, trató de ofrecerle todo género de ventajas, pero fué inútil, como era natural.

Lanza estaba decidido á irse y no hubo forma de hacerlo consentir.

Era preciso ser razonable y al fin la señora Nina cedió y se conformó con la ida de su mozo, ante esta promesa que espontáneamente este le hizo:

—Si en la nueva ocupacion que me ofrecen no encuentro las ventajas que espero hallar, no crea que he de perder tiempo ni he de consentir en que me engañen.

En el acto los mando al diablo y me vuelvo aquí, donde tantas consideraciones y buenos tratos he recibido.

Con esta esperanza, Nina trató de que Lanza se fuera contento y hasta le ofreció algun dinero si lo necesitaba.

—No lo necesito por ahora, contestó Lanza sin soberbia alguna, porqué voy de dependiente á una casa de comercio, donde me dan casa y comida, y cuanto pueda necesitar, ademas de mi sueldo que irá aumentando progresivamente y á medida que lo vaya mereciendo.

Ademas, yo le prometo de la manera mas formal que á la primera condicion que me falten, no me quedo ni un momento mas, volviendo á mi casa donde no saldré en mucho tiempo.

Era preciso de todos modos resignarse á aquella separacion.

Lanza estaba de mozo contra su voluntad y aquello no podia ser eterno.