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Lanza les habia contado una historia romántica de primera fuerza.

Segun les decia, él habia venido de Europa á Rio Janeiro, hacia unos tres años.

Allí se habia establecido con una casa de giros, invirtiendo en ella todo el capital que habia traido.

Y le habia ido tan bien, que en poco tiempo se habia hecho de una posicion desahogada.

Como andaba entre la primera sociedad, habia tenido sus lances amorosos, entre ellos, el que habia motivado su ruina.

La hija de un baron brasilero se habia enamorado de él de una manera apasionada, y queria casarse á todo trance.

Pero por el momento aquel matrimonio no le convenia, y hacia todo lo posible por no dar á entender sus amores.

Se entendia con su amante por medio de cartas y solo la veía en el teatro ó en las grandes reuniones donde concurrian con frencuencia.

La niña seguia cada vez mas apasionada y queria provocar un enlace á toda costa.

Pero él seguia entreteniéndola y diciéndole que necesitaba romper ciertos compromisos que habia dejado en Europa y que ya habia escrito en ese sentido.

Los amores llegáron al extremo que, á ocultas de su familia, la niña venia á visitarlo á su casa de comercio.

Estas imprudencias diéron al diablo con todas sus reservas, y al fin el baron se impuso de lo que pasaba y quiso hacerle contraer matrimonio á la fuerza.

Hombre de gran influencia en el gobierno, si no se casaba, lo iba á hacer secar en un presidio.

¿Qué podia hacer él, extrangero y solo, contra aquel personaje soberbio y pudiente?

No le quedaba mas remedio que huir, y huir de una manera que nadie lo sospechara, pues de otro modo la policía se le echaria encima.

Habia entónces en Rio un capitan de buque de cabotaje que se hacia á la vela para Buenos Aires en aquellos dias, y que le debia muchos buenos servicios.

Lanza le refirió lo amargo de su trance, y concertó con él su fuga.

La noche ántes del dia de su viaje se disfrazaria con el traje de marinero, y se meteria á bordo como uno de los hombres de la tripulacion.

Un sábado era la noche fijada para el enlace y como el buque debia salir el viérnes, fijó su fuga para el juéves á la noche.

En las primeras horas de la noche del jueves, Lanza, que habia realizado todo el dinero que pudo, envió á su novia un regalo de valor.

No era creíble que un hombre que tales gastos hacia, estuviera pensando en su fuga.

A las diez de la noche, disfrazado con un traje de marinero