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cibia él sériamente, pues desde que se decidió á ser mozo tomó el cargo con todos sus inconvenientes y todos sus goces.

Se habia arreglado una chaquetilla cortando los faldones á un jacquet y se habia puesto un delantal que le dió la señora Nina.

Esta estaba asombrada de la actividad de Lanza.

El solo era capaz de darse vuelta todo el hotel y acomodar todas las piezas.

A la semana de estar de mozo, todos los que comian y almorzaban allí, querían ser servidos por Lanza solamente, al extremo que Nina comprendió que habia hecho un gran negocio.

Aquel mozo convenia enormemente á sus intereses y si algo sentia era que su deuda no fuese tres veces mayor para tenerlo asegurado una buena temporada.

Lanza estuvo sirviendo en el hotel el primer mes, sin intentar siquiera salir á la calle.

En cuanto concluia su trabajo, se acostaba á dormir y á penas amanecia el dia, ya estaba levantado atendiendo á sus obligaciones.

Al mes, en que Lanza habia juntado ya unos doscientos pesos de propina, quiso salir un domingo á dar una vuelta.

La señora Nina no miró con mucho agrado esta salida.

Lanza podría encontrar quien lo aconsejara, quien se lo echara á perder, y quien lo sonsacase del hotel proporcionándole una colocacion mejor y mas en armonía con su persona.

Pero por el momento las sospechas de la señora Nina eran infundadas.

Lanza era el primero en ocultarse de sus antiguas relaciones, para que no lo vieran en su situacion triste y aporreada.

Y así empezó á buscar y hacer relaciones en la misma esfera que él ocupaba.

Esto le serviria para ir conociendo aquella sociedad vulgar pero utilísima para sus aspiraciones de comercio.

A la otra cuadra del Hotel Marítimo habia una especie de casino, de aquellos atendidos por mujeres, que tanto abundaban entónces en Buenos Aires.

Allí se pasaba abundantemente el rato, y allí iba Lanza todos los domingos á fundir la propina de la semana.

Era un casinito de tercera categoría, frecuentado por gente de trabajo y de pocos medios, entre la cual Lanza venia á ser algo como un señor.

Buen mozo, jóven y chacoton incansable, bien pronto hizo roncha entre las mujeres, destronando á los mas viejos marchantes.

A cierta hora de la noche, el Domingo, se hallaba en el Casinito, á echar la casa por la ventana, y se armaban unos jaleos monumentales.

La dueña de la casa habia tomado un gran cariño á Lanza, al extremo que cuando este fundia su último centavo, ella era la que pagaba sirviendo al jóven cuanto éste pedia y no pedia.

Para disculpar su profesion transitoria de mozo de hotel,