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Lanza se durmió á la madrugada sin haber resuelto nada en definitiva.

Al otro dia á la hora de almorzar, le cayó de nuevo la señora Nina apurándulo para que le diera una respuesta definitiva.

—Señora de mi alma, yo no me puedo volver dinero, dijo Lanza, y anoche no he podido hallar al hombre que me debe los ocho mil pesos.

Le pido que tenga paciencia siquiera por un dia mas; yo encontraré solucion al problema.

Aquella tarde Lanza se vistió. y se fué á la Cruz de Malta, decidido a encontrar el domicilio de Scotto.

Permanecíó allí un buen rato conversando alegremente, y cuando estuvo reunida la mayor parte de sus amigos, les suplicó que le indicaran donde vivia.

Ninguno de ellos pudo satisfacer su pregunta.

—Es inútil que busques su domicilio, le dijo Caporale alegremente, porqué Scotto nunca lo ha tenido y hasta me atrevo á decir que no lo tendrá jamás.

El duerme donde lo agarra el dia, porqué la noche la pasa en sus a venturas y sus jugadas.

Si no lo encuentras casualmente, pierde la esperanza de verlo.

Lanza contó inocentemente como habia prestado á Scotto ocho mil pesos y como lo buscaba para que se los devolviera, porqué los necesitaba.

Y en la risa de sus amigos comprendió que aquel era dinero positivamente perdido y que no debia contar mas con él.

—Ese es tiro viejo en Scotto, le dijo Caporale.

Si ese diablo fuera á pagar todo el dinero que debe de esa misma manera, no le bastaria una fortuna.

Por eso es que los que le han prestado una vez, no le han vuelto á ver la cara en su vida.

Renuncia á tus ocho mil pesos, Lanza, y renuncia tambien á verle la cara á Scotto en un año mas; es demasiado fino para exponerse á que le cobres.

Ademas, como él duerme de día, solo de noche puede vérsele, y de noche, que averigüe el diablo donde se mete.

Lanza estaba perdido; la falta de aquellos ocho mil pesos iba á ser la causa de su mayor descalabro.

Tentado estuvo de mandarse mudar tomando pasage en uno de los trenes de la madrugada y desafiando la accion de la policia provocada por la misma señora Nina.

Pero de todos modos, ¿dónde podia ir con un capital de cien pesos en el bolsillo?

Perdido por perdido, resolvió entenderse buenamente con su patrona de hotel y hacerle reflexiones de peso.

Finalmente, con hacerlo poner preso nada habia de ganar, puesto que él no tenia de donde sacar un centavo.

Mas conveniente seria para ella cualquier arreglo que pudiera darle por resultado el pago de lo que le debia.

A fuerza de esperarlo, habia concluido por mirar con calma

Carlo Lanza.
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